viernes, agosto 31, 2007

Área de prioridades


Una de las cosas que más me divierte en éste, nuestro mundo de los blogs, es ver las rutas a través de las cuales llegan los visitantes a mi blog. Lo comenté hace tiempo en un descafeinado post acerca de una supuesta orgía en un parque de Pola de Laviana en Asturias y cómo a raíz de él se disparó exponencialmente el número de visitas. Desde entonces miro de cuando en cuando las estadísticas entre la curiosidad y el divertimento y últimamente me he encontrado con un curioso dato, no una, ni dos, ni tres, sino un buen número de veces usuarios que teclean en ese bendito google que todo lo puede "Aurelio González Ovies" acaban en mi página. Se me escapan las razones pues aunque yo he hecho lo mismo no me encuentro. En todo caso para ellos y alguno más...

De nada vale decir
aquí estoy yo,
gobierno y mando,
si al pasar por Castilla
y ver el sol crujiendo tras
los olmos,
uno no sabe dar gracias a Machado.

De nada sirve
montar revoluciones, modernizar
las leyes,
si al entrar en Moguer y abrir sus muros
blancos,
uno no escucha, como un geranio púrpura,
la voz en los balcones de Juan Ramón
Jiménez.

Muy poco importa
marcharse tan de prisa a tantas partes
a todas a ninguna,
sin pararse una vez, y al coger nuevo
aliento y mirar el camino,
sentir sobre la piel: Palabras
para Julia.

Sin duda alguna,
España no va bien, como el resto
del mundo y el fondo de la vida.
Necesitamos agua, pan, un poco
de esperanza. Y poesía.

Área de prioridades de Aurelio González Ovies


P.D. El motivo es sin duda que en su momento "colgué" un poema suyo que a mí me encanta, "Cuanto espero"... y yo quería hablar de Springsteen, pero tras leer el post que Clifor ha colgado hoy en esa ciudad llamada Perdición creo que me voy por donde he venido.

jueves, agosto 30, 2007

La realidad no es verbal

Hablar cansa: es indecible lo que es
Como se sabe: la realidad no es verbal
(cansa el cansancio de decir esto mismo) [...]

Enrique Lihn

miércoles, agosto 29, 2007

Sucesión de sí mismo




Revisaba mis discos e iba leyendo en voz alta títulos y nombres comentándome que El jefe tocará en Baracaldo y Madrid y que habría que intentar hacer una escapada para verle. Se sorprendía cuando al lado de Victor Jara (¿pero tú escuchas a Victor Jara?, y no, no lo escucho, al menos desde hace un buen puñado de años) se encontraba con Intocable (serás hortera, sí y a mucha honra) y abandonaba ese minucioso registro para encaminarse a otro estante donde impera el desorden entre libros, “La felicidad de las mujeres” de María Fasce, del que me apropié indebidamente y que hizo más amena el retraso de tres horas con el que Iberia sin explicaciones nos obsequió, notas en post-it y recetas como la de ese sublime bizcocho de plátano y nueces, el pasaporte, pastillas de yodo y la discografía completa del bueno de Bach. Vuelve a mirarme sorprendido (¿para qué quieres todo Bach?).

Precisamente no creo que tenga que explicárselo… lo poco que “sé” de música clásica se lo debo a él. ¿Acaso no recuerda que nos dormíamos siempre con los conciertos de Brandenburgo y que la Pasión según San Mateo le hacía llorar?.

martes, agosto 28, 2007

Adivina quién viene a cenar esta noche




Hace escaso tiempo se discutía en otro blog acerca de los invitados sorpresa afirmando yo categóricamente que me parecía ridícula la opción de cerrar un blog porque alguien lo descubriera y leyera, un alguien obviamente que no nos resultara ajeno ni desconocido o anónimo y al que tal vez no recibiéramos de buen agrado entre nuestras letras sosteniendo que la mera existencia de poseer un blog implica cierta dosis de exhibicionismo.

Apenas han pasado un par de semanas y he cambiado radicalmente de opinión, tanto que en un acto casi desesperado y pueril he cambiado el nombre del blog, ligeramente, tan sólo añadiendo una s al final y rogando a ese Dios al que algunos le rezan para que sea suficiente y despistar a un cierto lector no deseado.

Es lo que tienen esas maravillosas herramientas que permiten identificar a tus lectores, su dirección IP, su localización, el número de veces que te visitan o el tiempo que supuestamente dedican a leerte y que de cuando en cuando te dan un susto como cuando esta mañana y tras muchos días sin mirar las estadísticas me encuentro con que alguien a las 8:30 se ha conectado desde cierto lugar del mundo y como Anette y yo ya nos hicimos íntimas reconozco perfectamente esa IP puesto que refleja mis propias visitas días atrás.

Cuando leí a Trybeca hablar de su invitado non grato traté de hacer un repaso mental de todas las personas que pudieran suponer eso mismo para mí. La lista se quedó en blanco y concluí pensando que eso a mí jamás me pasaría. Pero siempre hay alguien, debí de haberlo sabido, alguien a quien le negamos el derecho de descubrir ese otro yo que no por virtual deja de tener el mismo derecho a la existencia que el real... a la existencia, a la privacidad o a la intimidad.

El juego es que yo escribo y tú me lees (ya he dejado de asombrarme y preguntarme cómo es posible que alguien me lea). Yo muestro, cuento o exhibo lo que me apetece o me late. Íntimo, inverosímil, privado, ficticio, pudoroso, real, autobiográfico o exhibicionista. Tú no me conoces, no sabes nada de mí excepto por lo que aquí escribo y de tu lado está la potestad de creer, juzgar o construirte un personaje.

Escribo para que cualquiera me lea... sí, al menos así debería ser... pero hay algunos que precisamente no son cualquiera y por tanto quedan excluidos.

Este mediodía me llamó esa persona, hablamos de muchas cosas y ninguno mencionó el hecho que nos ocupa. Estuve tentada de un "creo que has descubierto mi rincón cibernético" pero callé y supongo que mejor así...

martes, agosto 21, 2007

El test de Proust


A la atención de mi muy estimado, querido y admirado amigo Rolando M. Limas puesto que bajo ningún concepto permitiré que tenga que esperar a octubre merced a la conexión WiFi que campa a sus anchas en los lugares más insospechados y a que siempre hay alguien que ni en vacaciones se despega del interné y de su computadora a la que galantemente ha apodado Annette. Debo decir, porque no quiero callar, que esa (absurda) manía que tienen algunos de nombrar a objetos inanimados me parece un tanto ridícula. Aunque también muchas veces sea absurdo el hecho de ponerle nombre a seres vivos y recuerdo especialmente a un amigo que un buen día se agenció un perro, un cocker para ser exactos, al que le puso el nombre de Oscar en un irreflexivo acto. Llegado el momento de sacar a pasear al perrito, por entonces apenas un cachorro, por el parque (Campo San Francisco) y cuando se disponía a llamarlo sufió una parálisis de vergüenza propia y ajena al intentar gritar a viva voz el nombre del perro. Como contaba días más tarde le parecía tremendamente ridículo llamarlo Oscar e incluso consideraba posible que algún viandante del mismo nombre se sintiera ofendido. A partir de ese día fue su mujer la encargada de los paseos.

Todos duermen la siesta que dicen es invento espanol aunque una servidora no debe darse por aludida pues es la única que no la practica siendo al mismo tiempo la única espanola (el perspicaz lector habrase dado cuenta de que el teclado de Annette carece de cierta letra) y como llueve, llueve y llueve y el termómetro no pasa de los diez grados he secuestrado a Annette...

1. Los principales rasgos de mi carácter: Pasados los 30 una ya ha aprendido a aceptar como buena a la persona que le mira cada día al otro lado del espejo. Probablemente con más defectos que virtudes y supongo que entre ellos una proverbial timidez, vergüenza y sentido del pudor que como es obvio me impiden enumerarlos.



2. La cualidad que deseo en un hombre: La honestidad.



3. La cualidad que deseo en una mujer: Véase la respuesta n° 2.



4. Lo que más aprecio de mis amigos: Que a pesar de conocerme como me conocen me quieran como me quieren y algunos hasta me respeten.



5. Mi principal defecto: Véase la respuesta n° 1.



6. Mi ocupación favorita: Perder el tiempo eligiendo yo la forma de perderlo.



7. Mi sueño de felicidad: Dicen, y estoy de acuerdo, que la felicidad completa no existe, pero de hacerlo supongo sería disfrutar en todo momento de lo que uno hace o siente.



8. Lo que para mí sería la mayor desgracia: Mi abuelo siempre decía que todo tiene remedio excepto la muerte y en todo caso la muerte ni siquiera sería una desgracia para mí sino para los que me lloraran, si es que alguno hubiera.



9. Quién me gustaría ser: Me conformo con ser yo y a ratos hasta me gusta.



10. Dónde me gustaría vivir: Al lado del mar en cualquier lugar donde sea perceptible el cambio de estaciones.



11. Mi color preferido: El verde (musgo) y tal vey el azul oscuro casi negro.



12. La flor que más me gusta: Los lirios.



13. Mi ave favorita: Últimamente me he encontrado con muchos cuervos, patos y cisnes. Pero los primeros me resultan un tanto siniestros y los últimos un tanto agresivos.



14. Mis autores preferidos: Javier Marías, Juan Benet, Enrique Vila-Matas, Julio Cortazar, Thomas Mann, Philip Roth, Robert Walser...



15. Mis poetas favoritos: Jaime Sabines, Oliveiro Girondo, Luis Cernuda, Ángel González, José Hierro, Fernando Pessoa, Leopoldo María Panero...



16. Mis héroes de ficción: Ignatius J. Really, Cyrano de Bergerac, el Conde Drakula (de Stoker), Sherlock Holmes.



17. Mis heroínas de ficción: Maria Tura (Carole Lombard en Ser o no ser), Lady Macbeth, la Maga, Miss Kelly (Ava Gardner en Mogambo), Anna Karenina, Ninotchka.



18. Mis compositores preferidos: Bach por encima de todo y de todos.



19. Mis artistas favoritos: Goya por encima de todo y de todos.



20. Mis héroes en la vida real: No existen los héroes de carne y hueso, si acaso admiro el talento musical que yo no poseo o lo bien que camina una mujer con unos tacones de vértigo.



21. Mis heroinas históricas: Siempre me gustó la reina Isabel la Católica no por católica sino por reina.



22. Los nombres que más me gustan: Clara, Jimena, Carlota, Lucía, Claudia, Mateo... incluso hasta el mío.



23. Lo que más odio: La estrechez de miras, la intolerancia y los cacahuetes.



24. Los personajes históricos que menos me gustan: Si ocupan un lugar en la historia por algo será y no seré precisamente yo quien los juzgue.



25. La reforma que más aprecio: Supongo que el cambio de la tarima de mis suelos no entra en la categoría de "reformas", en todo caso tal vez la transición espanola pese a sus muchos defectos.



26. El don de la naturaleza que me gustaría tener: Talento musical.



27. Cómo me gustaría morir: Ya lo dijo Woody Allen, no es que le tenga miedo a la muerte, es que no quiero estar allí cuando suceda.



28. El estado actual de mi alma: Cerrada por reformas. Próxima apertura.



29. Las faltas que puedo soportar: Todas siempre que me sean ajenas y no tengan que ver con la falta de higiene corporal.



30. Mi lema: Divide y vencerás.

martes, agosto 14, 2007

De ratones y hombres (IV)




El primer paso es elegir un nick o un apodo. Como se trata de ser sincera, imagino, y no original e ingeniosa, que los bancos son muy serios y rigurosos y no conceden préstamos a cualquiera elijo como nombre de usuaria el que acompaña a mi dirección de correo. Craso error del que me percataré más tarde.

El segundo paso es detallar desde la altura o el color de ojos a la religión que se profesa pasando por el sueldo del mes. Como entre las múltiples opciones que ofrecen siempre está la de “no sabe no, contesta” yo me salgo por la tangente y le marco una cruz.

Más tarde piden foto. Se trata de ser sincera, reitero, pero no tanto, así que pongo una foto mía pero en la que no parezco yo.

Y voilá, ahora ya sólo requiere la aprobación de no sé quien y ya puedo comenzar mi búsqueda si es que no me encuentran antes a mí, lo que sucede casi de inmediato.

De repente aparece un alguien en el Messenger que solicita ser agregado, una dirección completamente desconocida a la que le abro la puerta y que me saluda con un “te vi en el portal nº 1…”. No puedo evitar maravillarme de semejante rapidez y eficiencia, va a ser verdad que son los número uno. Y tampoco puedo evitar preguntarme de dónde ha sacado ese tipo mi dirección. Aquí es cuando me percato del error de haber elegido ese nick pues parece que la perspicacia de la gente no tiene límites y dado que el famoso portal no deja de ser un timo en el que si no pagas no tienes acceso a contactar con nadie se hace necesaria la picaresca de agregarle un “@hotmail” a cada apodo y probar suerte a ver si detrás hay una buscadora o buscador. Este chico bien debía saberlo y yo bien debía ignorarlo.

-“hola”
-“tas ahí?”
-“buenos dias”
-“bonjour mademoiselle”
-“tu parle francés”
-“hola”
-“alo”
-“tas ahí?

Todo esto son los saludos del tipo en cuestión, así de golpe, y seguidos. Primera impresión… impaciencia.

Contesto finalmente con un lacónico “Hola”.

-“menos mal, te salude antes y nada, ocupadita”

Digo que no, que no lo estoy, ya puestos, “from lost to the river”…

Sigue él en su cuasimonólogo:

-“Soy de *, tu donde y edad”

Me siento abrumada ante tanta pregunta y así se lo hago saber, a lo que el contesta “toi conociendote” (y yo no me había enterado).

Sigue hablándome de él, dice que es libre y además sin pareja. Qué diferencia hay, le pregunto, entre ser libre y estar sin pareja.

-“es ke puedo ser libre y tener roce sin ataduras”

No lo entiendo muy bien pero no importa, él sigue:

-“busco de ti si te parece bien amistad amigos en salir tomar algo ir al cine viajar etc y quien sabe si surje algo mas sinos gustamos si te parece bien”

A mí todo me parece bien entre tanto parecer bien y él vuelve a la carga:

-“ke te gustaria conmigo, yo busco amistad y lo que surja, no con cualkiera, sin conocer antes primero para amistad y lo que surja”

Llegados a este punto estimo que sería necesario aclararle que yo no soy de las de amistad y lo que surja (que horripilante expresión por cierto). Conclusión a la que llega él:

-“ok entonces prefieres estar sola y aburrirte, sin salir ni pasear ni ir al cine, vamos nada de nada, ok tu misma siento molestarte , cuidate adios, eliminare adios”

Desaparece, pero no por mucho tiempo, y eliminar me parece que no me ha eliminado porque al rato un "hola", y vuelve a la carga con preguntas acerca de mi estatura, peso o si tengo foto. Trato de ser amable, zafándome como puedo hasta que de repente me dice:

-“curiosidad si puedo saberlo...tus pechos miden 90? o mas”

Cara de pasmo, creo que la última vez que me hicieron esa pregunta fue a los veinte y entre amigas probándonos ropa y envidiando-admirándonos unas a otras lo que a unas les sobra y a otras les falta. No puedo por otro lado dejar de incidir en la curiosa pregunta, pues no pregunta la medida de mis pechos, sino si estos miden 90 o más. Tal vez no sepa que los hay más pequeños y no digo que los míos lo sean.

Considero que debo darle una oportunidad, no voy a tirar la toalla a las primeras de cambio, y me reprimo contestando educadamente que esa cuestión es por completo improcedente. A lo que él replica:

-“ok no me lo digas, busko amistad y lo ke surja, tu foto no se ve bien”

No puedo evitar decirle que tampoco la suya se ve bien y no por eso le pregunto el tamaño de su pene. Iba a decir polla, pero me contuve tratando de aparentar ser señorita bien educada.

-“si kieres saber mi pene te lo diria, no tengo nada ke esconder ni tengo pudor”

No se trata de pudor salao, sino de que no me interesa lo más mínimo el tamaño de tu pene, además el tamaño no importa (¿no importa?).

-“soi mui sincero no toi jugando contigo, eh, amistad y lo ke surja, te parece muy bien'”

A mí todo me parece bien, excepto cuando se escribe con “k” y sin comas ni ningún tipo de signo de interrogación. Básicamente porque me cuesta mucho entenderle.

Ipso facto rectifica, detalle que me enternece:

-“amistad y lo que surja, te parece bien?”

Creo que ha llegado el momento de zanjar la conversación y con un manido creo que no nos entenderíamos me despido. Pero él sigue:

-“tu que buscas, y que en contra tienes... por lo que veo eres algo negativa”

-“veo ke no eres educada en saludar a la gente”

-“no me interesas eliminare adios”

Pero aún no me ha eliminado, creo… entre medias me ha dicho que tiene 37 y vive solo en un piso nuevo en una urbanización de las afueras. Está claro que no es lo que yo busco, ya tiene piso y en todo caso yo no quiero vivir en una urbanización en las afueras.

Feliz verano (o lo que queda de él), me voy a escalar montañas.

lunes, agosto 13, 2007

De ratones y hombres (III)

Comienza a contarme que desde hace meses ya no sale con otras mujeres y que esta historia va en serio. Le interrumpo y le pregunto desde hace cuántos meses,  porque no puedo creerme que tenga “novia” desde hace tanto tiempo y no me lo haya contado. Y no, no me creo que sea porque le daba vergüenza hablar de ello dado que la conoció a través del portal cibernético ése de citas que anuncian en TV como el nº 1 para encontrar pareja... según me voy enterando a medida que avanza la historia.


No, la vergüenza no se debe a eso. Tampoco a que desde !!!febrero¡¡¡ no haya sido capaz de decirme nada del asunto a mí, su mejor amiga, o eso creía hasta ese momento... La pregunta inevitable, obivo, es saber si le ha hablado de mí, su mejor amiga (reitero).


-“Sí, bueno, claro, sabe que existes y que de cuando en cuando nos vemos, pero no le gusta demasiado. Es un poco celosa.”


Me quedo más tranquila... ya entiendo por qué no nos ha presentado. Claro, si la chiquilla (tiene sólo !!!21¡¡¡ años) me conoce, correría el riesgo de sufrir tremendo ataque de celos ante semejante “mejor amiga”, a saber, tan sexy, guapa, inteligente y divertida. No sé si le tranquilizaría saber que a mí no me van los rubios y que Jens y yo ya estamos a estas alturas por encima de todo eso. 


De pronto comienzo a entender. Todo empezó aquella mañana en la que fingió una gripe para no ir a trabajar y se quedó en casa perdiendo el tiempo, entre otras cosas en internet, y cuando sin querer llegó hasta esa página de contactos y comenzó a fisgonear entre fotos y perfiles de chicas de su ciudad hasta encontrarse con la foto de la innombrable Camelia (la texana).


A día de hoy desconozco los mecanismos mentales que le llevaron a consultarme a mí en calidad de fisonomista, pero una vez yo le confirmé sus sospechas, sí, era ella, su cabeza entró en ebullición. Me pregunta qué creo yo que puede estar haciendo la Camelia en ese sitio, recordándome por si lo había olvidado que tenía novio, el otro, y que de eso no cabía duda.


-"Pues no sé, chico, tal vez no le vayan bien las cosas, o sea un divertimento o busque amigos o un polvo, yo qué sé. No soy la persona más indicada para intentar comprender los actos e ideas de Camelia. Nunca fuimos grandes amigas y apenas hubo confidencias entre nosotras. Ya sabes que no nos llevábamos precisamente bien. Teníamos ambas (buenos) motivos."


Le deja a él por el otro (lo que no cuenta Jens es que llegó a él dejando a otro tipo), y estando con ese otro, se anuncia en internet en busca de morenos entre 26 y 32.


Con esa idea que a mí pronto se me olvida, pues regreso a la discusión con Jesucristo Superstar, dimos por concluida la conversación “mensaggeriana” y al menos por mi parte le di carpetazo a la historia.


Jens cerró el Messenger y decidió pensar. La idea de que Camelia no fuera feliz con el otro le carcomía y pensó que tal vez la posibilidad de reconquistarla estuviera ahí en una pantalla de ordenador y en ese portal, el nº 1 y bla bla bla… así que ni corto ni perezoso se montó un perfil semifalso con más mentiras que verdades para tratar de adaptarse a la supuesta búsqueda de Camelia.


Aquí hay un salto al vacío en la historia que me cuenta Jens... además Finito ha entrado a matar y los abucheos son ensordecedores. Pitos, gritos de “vete pa casa mocín”, “arrímate más, ho”, “vete a vender exclusivas en el Hola”, “nun vales pa ná” y un largo etc. Cortó una oreja pese a todo (y eso creo que es bueno) aunque por el tendido se decía que no se la merecía. Y comenzó a llover.

Cuando Jens vuelve a la historia se salta varios meses de los que no merece la pena añadir detalles. Obviamente el acercamiento a Camelia fue inútil pero no así a un buen número de féminas. Y entonces apareció, llamémosla Nora… y lo que sigue es muy vulgar y manido y no lo contaré aquí. Chico encuentra chica y aún siguen en esa fase.


Llega el quinto de la tarde y la genial propuesta de Jens de que debería hacer lo mismo.


-“ ¿Qué es lo mismo que debería hacer mi querido holandés errante?”.


-“Poner un anuncio en ese portal nº 1 para buscarte un novio decente y dejar a esos “babayos” con los que te acuestas, porque supongo que no haces otra cosa con ellos”.


-“Una gran idea, querido, gran idea. Pero de poner un anuncio en busca de algo o de alguien no sería en busca de novio sino de algún tipo aparente dispuesto a pagar conmigo a medias una hipoteca, que me temo va a acabar siendo la única posibilidad para agenciarse una casa.”


Jens se ríe y me replica que habla en serio, yo le contesto que yo también lo hago y que tal vez no sea mala idea intentarlo. Así que cuando llego a casa esa noche me dispongo a abrirme un perfil en ese portal nº 1 en la búsqueda y supongo que encuentro de parejas.


Me senté frente al ordenador, busqué la página y me dispuse a hacerlo. Pero un ataque de cordura de escasos dos segundos de duración me lo impidió y me dedique a otros menesteres más provechosos y placenteros.


Al día siguiente, el domingo, tenía previsto ir a la playa. O mejor dicho y de ser sincera, había quedado con unos amigos, en el caso de que hiciera buen tiempo, cosa harto improbable según las previsiones meteorológicas y precisamente en base a esas predicciones había aceptado su invitación con el convencimiento de que al final no iría.


Son una pareja encantadora, mis amigos, digo. Pero tienen un pequeño gran defecto. Un hijo. Y no me entiendan mal, a mí me encantan los niños, los adoro. Pero éste queda bastante lejos de ser precisamente eso, un niño. Es un pequeño monstruito consentido, maleducado, avaricioso y tirano, y bien sé que una criatura de ocho años no es precisamente la responsable de su educación. Pero tras varias experiencias algunas de ellas playeras con ese reyezuelo de escasa estatura se me han quitado las ganas de encontrarme con ellos si hay niño por el medio. No es francamente agradable tener que pasearse con un crío que va rompiendo y dando patadas a todos los castillos de arena que a su paso han construido sus congéneres o cuya mayor diversión es cargar con todos los utensilios playeros de estos últimos, negándose rotundamente a devolverlos bajo la mirada reprobadora de sus padres, a la que le sigue un alzamiento de hombros a modo de disculpa. Una no sabe si hacerse un agujero en la arena y meterse en él cuando el niño celebra sus gamberradas con un grito que se oye en toda la playa de “mira lo que hago, tía” (que yo no soy tu tía, carajo, que ya tengo sobrinos y bien educados por cierto) y lo que hace es tirar cubos llenos de arena y agua en los bañistas que toman el sol. Es decir, que fue un alivio que amaneciera nublado y “orbayando”. Llamada de disculpa, ya nos veremos otro día… La cordura que me había invadido la madrugada anterior se disipó y me dispuse seriamente a buscar a mi media naranja vía internet (y bien sé que somos o deberíamos ser naranjas completas).

Bueno, mi media naranja según Jens y un tipo aparente con el que compartir hipoteca, según yo.

De ratones y hombres (II)

Jens y yo nos vemos poco últimamente, así que aprovechamos la comida, la posterior fase de embriaguez y parte de la corrida, para hacer eso que algunos llaman ponerse al día.

Lo cierto es que yo me siento terriblemente culpable por vernos tan poco, llevo unos meses bastante liada, apenas salgo, comienzo a padecer principios de agorafobia y reniego sistemáticamente de todos los planes que me ofrecen si no se me permite ir con mis leyes y apuntes debajo del brazo. También sé que él tiene problemas laborales que le traen por la calle de la amargura y que una parte de su vida social está irrenunciablemente destinada a sus muchas novias. Así que cuando no soy yo, es él el que tiene algún compromiso irrenunciable y apenas nos vemos en un café apurado y con prisas a la salida de su trabajo o del mío.

Nuestra conversación pasa inevitablemente por el plano sentimental. Sé que entre esas muchas novias hay alguien especial desde hace cierto tiempo, pues se le escapa su nombre de pila en ocasiones y eso no es habitual en él. Como tampoco es frecuente que reincida con la misma chica tras un par de semanas. Pero al margen de su nombre, poco más se le ha escapado en estos últimos meses, así que me sorprende con un “quiero hablarte de ella pero me da vergüenza”. Conociendo mínimamente a este holandés de 190 cm cuesta creer que haya algo que le avergüence, suele hacer de su capa un sayo y que nadie se de por aludido. Mi cara de incredulidad lo decía todo.

-“¿Recuerdas aquella vez que vimos una foto de Camelia (la texana) en un portal de esos de búsqueda de parejas?” Me pregunta.

Sí, recuerdo. Me llama una mañana al trabajo diciéndome que por favor, si es posible, me enchufe al Messenger, que tiene algo importantísimo que mostrarme. En ese momento estoy en plena discusión con Jesucristo Superstar por un quítame allá ese destornillador (algún día tendré que hablar de él, especialmente ahora que se nos va a ir) y no estoy para zarandajas de ese tipo. Pese a todo Jens es Jens y enciendo el messenger y espero a que me muestre eso tan importante. Resulta ser una foto de una chica parapetada tras unas gafas de sol ridículas, redondeadas a lo Lennon.

-“¿La conoces?, ¿Te recuerda a alguien?”.

No soy especialmente buena fisonomista, pero yo diría que esa es la innombrable, Camelia “la texana”, su ex. La ex de todas sus ex. Que lo dejó por otro, aunque se supone que esto Jens no tiene que saberlo, pero lo sabe. Que para eso es cinéfilo irredento y admirador hasta el tuétano de Sam “Bogart” Spade y sus ademanes detectivescos.

Hay que aclarar que Camelia, ni se llama Camelia ni es texana, y acá entre nos, me jugaría el pellejo a que ni siquiera sabe dónde está Texas. El nombre fue cosa de Jens, en honor a la protagonista de Contrabando y traición, el narcocorrido de Los tigres, donde la tipa se fuga con el dinero y la droga, no hay que olvidar que la traición y el contrabando son cosas incompartidas. Yo intuyo que también tiene algo que ver eso de los siete balazos con algo de índole erótico-festiva, pero como tanto Jens como yo somos de natural discreto, ni él cuenta ni yo pregunto.

De ratones y hombres (I)

Me “mensajea”, Jens (mi cultamigo), semanas atrás: "¿Hacen unos toros?" Jens es un holandés políglota afincado en España desde hace cierto tiempo, y a veces, me temo, aún se confunde con las palabras. Porque, qué quiere decir con eso de “hacen unos toros”.

Lo que quería decir, aclaración tras un par de mensajes y una llamada, es si quería ir a los toros. La respuesta es no, y la verdad es que tampoco le imagino a él en la plaza, así se lo hago saber y él me lanza un rollo macabeo que pasa de puntillas por la antropología y acaba en Cayetano Rivera Ordóñez, hijo de los difuntos Paquirri y Carmina "sois unos desahogaos" Ordóñez.

Más tarde me enteraré de ser la única persona a la que ha convencido. Claro está que yo no puedo fallarle y que paga él las entradas en tendido de sombra, que yo no sé qué es, pero que cuestan un riñón. Sólo pongo una condición, en realidad dos. La primera que tiene que invitarme a comer antes y a emborracharme después, que yo sobria no asisto ni a rastras a ese supuesto espectáculo, y la segunda, tras consultar el cartel, que vayamos el domingo 12 de agosto, que torea el ya mencionado Cayetano. Meses atrás le ví en unas fotos que publicó la revista dominical de El País y sólo pude decir: eso es un hombre y yo quiero verle (ir a los toros era mejor alternativa que asaltar la puerta del hotel cual groupie enloquecida, que una no tiene quince años, ni ganas).

Y fuimos a los toros, pero no el domingo, que ya no quedaban entradas. El furor por ver a Cayetano Rivera Ordóñez debía haberse extendido por toda la ciudad y sé que más de una tras gastarse una cantidad ingente de dinero se subió por las paredes cuando supo que no toreaba por estar convaleciente de una cogida y tenía que ser sustituido por otro torero de desconocido nombre.

De la terna de toreros que a nosotros nos tocaron sólo conocía a Finito de Córdoba, y por las revistas del colorín, de los otros dos no recuerdo ni el nombre. Sólo puedo decir que uno de ellos, de los dos que no recuerdo, salió a hombros. Y eso debe querer decir que lo hizo bien. Pero no voy a hablar de toros y mucho menos de toreros, y aunque no me gustan los toros porque me gustan los toros, no negaré que me divertí con el respetable. Había un tipo cerca de nosotros entrado en años y en carnes con un enorme farias en la boca cuyos improperios, insultos y lindezas varias dedicados a Finito, con la venia del tendido, eran antológicos. Como no menos antológica fueron la lluvia de almohadillas, los pitos y los pañuelos blancos; tan blancos como la mini-minifalda de la mujer de Rafi Camino (ex torero y empresario taurino) que nunca debió escuchar a Manolo Escobar cantar eso de “Cuando vayas a los toros no te pongas minifalda”.

domingo, agosto 12, 2007

Él y ella on the trail

No pretendo hacerle la competencia al estimado Doc, Burlador de mitos, autoproclamado crítico de blogs, aunque la mar de las veces lo que consiga es una inestimable, impagable y en algún que otro caso inmerecida publicidad. Pero dado que nos dan la oportunidad de indicar en nuestra bitácora los blogs que leemos habitualmente, por qué no explicar también el por qué.

Mi idea inicial es hacer un repaso por todos y cada uno de los que figuran en mi lista (y subiendo) pero como me conozco sé casi con seguridad que esa empresa no se llevará a cabo en su totalidad. Máxime en estos momentos en los que estoy especialmente ocupada (aunque este domingo lluvioso, extraño y perezoso no sea un buen ejemplo de ello) a punto de irme, por fin, de vacaciones. Si no sucede una catástrofe o fuerza mayor me lo impide, a saber, el próximo miércoles día 15.

Así que antes de que la idea caiga en el olvido, más temprano que tarde lo hará, no quiero dejar pasar la oportunidad de hablar de ellos.

Ellos son Él y Ella, o lo que es lo mismo, Isabel y Jose. Ella, Isabel, es de Castellón, creo, por lo leído en el blog, y es que no la conozco. Él, el perro irlandés (espero
Shami que me permitas apropiarme de ese apodo que le viene estupendamente sin ser perro ni mucho menos irlandés) es asturiano, un viejo conocido. Ambos ex-residentes en Dublín y en la actualidad y por espacio de casi un año, trotamundos.

Han tenido la estupenda idea de ir “reportándonos” su viaje a los que como yo desde la tranquilidad de nuestros escritorios hacemos cálculos: cuántos años de ahorros, cuánto tiempo de excedencia, cuántas ciudades y cuánta gente, cuántos lugares, cuánto arrojo del que echar mano.

Para la gran mayoría de la gente de mi entorno un viaje, que no unas vacaciones, significa pasar siete noches y ocho días en la Riviera Maya o en Varadero, las vacaciones por su parte implican irse al pueblo (de los abuelos) o al apartamento de la playa (generalmente en el Levante español). Los más osados tal vez hicieron uso del Interrail en sus años mozos y ahora lo reviven en un camping, en autocaravana, of course, que los huesos y la edad se resienten con la humedad de las tiendas de campaña. Algunos, los menos, se aventuran en Túnez o Egipto en viajes y circuitos organizados y mi colega, la viudita alegre, que se considera viajera por excelencia se muestra orgullosa de sus últimas vacaciones en autobús que la llevaron a la Bretaña (coincidiendo con el Intercéltico de Lorient, todo hay que decirlo). Así que cuando alguien me dice que planea dar la vuelta al mundo (o casi) no puedo dejar de mostrar cierta incredulidad y decir, más quisieras (más quisiera él... y yo, para que negarlo).

Porque viajar no significa llegar por ejemplo a Florencia y pasarse tres maratonianos días visitando todo tipo de torres, galerías y museos (exceptuando al David, que es irrenunciable), fotografiando a diestro y siniestro y poniendo cruces en esos planos que dan a los turistas marcando todo lo visitado y lo que queda por visitar para regresar a casa contando lo mucho que se ha visto y habiéndose olvidado por completo de tomarle el pulso a la ciudad y a sus gentes. Viajar, se me antoja, debe ser algo parecido a lo que están haciendo Isabel y Jose, que seguro visitarán monumentos y lugares de interés, fotos y comentarios, incluso vídeos que lo atestiguën no faltan. Pero al final, el poso que te queda cuando terminas de leer sus historias no es el de haber descubierto un fascinante templo en Laos o Vietnam que sin duda tendrás que visitar cuando viajes al sudeste asiático, si es que lo haces, sino la sensación arraigada en lo más profundo de tus tripas, de que la vida, más allá de tu calle o el bar de la esquina late a un ritmo diferente en personas que tienen algo que contarte si tú quieres escucharles.

Él y ella on the trail... Dos en la carretera

Por cierto, Ella escribe mucho mejor que Él, pero seguro que eso Él ya lo sabe…

Daniel vs. Jorge (Drexler)




No he encontrado nada mejor y de ser sincera me daba bastante pereza rebuscar, encontrar y subir entre mis discos.

Los hermanísimos en un vídeo pelín cutre y de escasa visibilidad. Para vos
Monsieur Lenguaraz.

Más adelante ya le contaré otras cosas, si es que le interesan, del insigne Daniel Drexler.

sábado, agosto 11, 2007

Volviendo a casa



Hace un escaso par de horas que ceremoniosamente te despediste en el pequeño aeropuerto rumbo al Sur, hacia el invierno, entre maletas y las mal disimuladas lágrimas de Sal que se agarraba a tu tabla de surf como si a punto de naufragar estuviera.

Por mi parte no tenía ninguna intención de ir. No me gustan las despedidas, bien sé que a ti tampoco y que probablemente te incomodó la procesión de manos que atender y besos que repartir en la que se convirtió tu partida. Demasiada gente a la que decir adiós y tan poca a la que recordar, no digamos añorar.

Pese a todo fui. Con mi más elegante vestido, mi última cara y negra adquisición, disimulando el luto que esta vez si iba por dentro. Tacones que me elevaron al menos nueve centímetros de las lágrimas, abrazos, besos y buenos deseos del resto de los presentes.

No quería estar, pero estuve con la mejor de mis sonrisas y mi displicencia…

Siempre dijiste:

-“Si me pierdo y queréis encontrarme… buscadme en Montevideo”.

Yo no conozco Montevideo y no tengo muy claro que el haberlo hecho a través de tus ojos, el haberlo percibido a través de tus sentidos sea una forma de hacerlo pese a que tú así firmemente lo creas. Tal vez por tanto no me resulte difícil encontrarte.

Yo también me voy, pero a mi Norte en busca del otoño… Nos vemos en La Paloma. Te buscaré.

viernes, agosto 10, 2007

Blues para un hombre perdido




Jorge siempre dice que la vida es una autopista donde los hombres son los coches que van en una dirección y las mujeres los que vienen en sentido contrario. Eternamente condenados a cruzarnos para coincidir tan sólo en ese breve intervalo de tiempo que paramos en una gasolinera para repostar.


Jorge nunca ha sido un tipo demasiado original, pero es mi amigo desde hace un buen montón de años, y precisamente al principio de esa cierta cantidad de años que nos conocemos estuve enamorada de él (platónica, afortunadamente). Debía de tener unos doce años cuando le vi por vez primera, melena rubia al viento y violonchelo al hombro, saliendo del Conservatorio. No tardé en averiguar a través de Lorena, una amiga que estaba unos cuantos grados (y años) por debajo de él, su nombre y poco más. Datos más que suficientes para que una preadolescente soñara con un príncipe azul rubio y de ojos azules (algún día deberé consultar con mi "psicoanalista" si mi rechazo a los hombres rubios y de ojos azules proviene de ahí). Pero la vida da muchas vuelta, Asturias y más Oviedo, es un pañuelo, y al cabo de algo más de dos años acabamos siendo parientes, ironías de la vida. Claro que para entonces a mí ya se me había pasado la tontería, y eso que acababa de cumplir los quince, y él que ya andaba en los veinte acababa de conocer a una argentina que le robaría el corazón y la cartera.


Jorge era experto en darme los consejos que él nunca se aplicaba, ya fueran de índole sentimental o estudiantil, pues ese era mi oficio por aquel entonces. Fueron pasando los años, y la amistad se fue consolidando entre distancias, ausencias y reuniones familiares y cuando yo ya había entrado en la veintena y él estaba a punto de abandonarla, lamiéndome las heridas yo de mi enésimo fracaso sentimental y a punto de nacer el segundo hijo de su idílico, al menos aparentemente, matrimonio con la argentina, decidió tomar las riendas de mi vida, al menos en el plano sentimental y ponerle orden. Estaba empeñado en que él sería capaz de encontrar lo que yo en veintimuchos años no había encontrado, a saber, mi media naranja, al hombre de mi vida. Y me apuraba para que sentara la cabeza, me casara y tuviera hijos, y pudiera unirme con todos los honores de miembro al selecto club que cada domingo por la tarde se reunía en su familiar adosado para hacer una barbacoa. Un par de matrimonios amigos, su hermana y cuñado y algún que otro vecino indiscreto.


Comenzó a presentarme compañeros de trabajo, desempolvó sus viejas agendas rebuscando números de telefóno para encontrar viejos amigos o compañeros de universidad, incluso cuando paseábamos por la calle y nos cruzábamos con algún tipo aparente sobre el que yo posaba mi mirada insistía en pararnos e interpelarle.


Pero el "producto estrella" eran los primos de su mujer, ya he olvidado el número, pero creo que no eran menos de 20, supongo que muchos de ellos no eran exactamente primos.

Nacha, la esposa argentina, era de Mendoza, a los pies del Aconcagua y situada a no se cuantos miles de kilómetros de Buenos Aires, pero no se por qué razón, tal vez porque pensaban que sonaba más "cool", todos sus primos me eran presentados como bonaerenses, y una no va a negarlo, pero siempre ha sentido cierta debilidad por el acento porteño... Ni que decir tiene que las citas eran fracaso tras fracaso, pero Jorge no cejaba en su intento.


El último chico que me presentó se llamaba (o le llamaban) Nino, también era "primo" de su mujer, aunque era uruguayo, que para mí era lo mismo. No sé por qué acepté, supongo que Jorge se puso más que insistente francamente pesado. Me dijo algo que me convenció, "no te conviene del todo, pero...., es un último recurso". No sé si lo qué me convenció era lo de que no me convenía, siempre a contracorriente, o que era el último recurso, tal vez si aceptaba él se plantaría y a partir de ese momento sería yo la que me buscara mis propias equivocaciones.


Quedamos un viernes por la tarde, recuerdo que era viernes porque por aquel entonces tenía esas tardes libres, y porque ante tal avalancha de citas había decidido instaurar los viernes tarde como el horario oficial para mis citas a ciegas. Tenía sus ventajas sobre otros momentos de la semana, si salía bien, caso harto improbable, siempre se podía extender la cita al resto del fin de semana, si era un fracaso, lo más habitual, aún quedaba sábado y domingo para resarcirse.


Nos vimos a eso de las cinco en uno de esos cafés llenos de viejecitas tomando Schwarzwäldertorte y capuccino. La elección debió ser mía dado que siempre me gustó la elegante decadencia de esos locales. Cuando llegué él ya estaba sentado ante una taza de té y leyendo, no recuerdo si era un periódico o una revista. No me resultó difícil reconocerlo, pues la descripción que tanto Jorge como Nacha habían hecho de él era exhaustiva. Pelo largo y moreno, ojos y manos inquietas, chaleco... hasta me habían descrito el tipo de calzado que solía usar, conocedores como eran de una de mis muchas manías a la hora de analizar a una persona, sus zapatos.


No estaba del todo mal. Pasaba ampliamente de los treinta (le pregunté la edad) y no esperaba nada de la vida. Me resultó simpático, era un estupendo orador y creo que nos caímos bien. Pasamos un rato agradable y decidimos continuar viéndonos. Podría decirse que comenzamos a salir, que es lo que según Jorge, hacen un hombre y una mujer cuando se aburren. Luego se aburren de no aburrirse y la relación se rompe con la esperanza de encontrar otra persona con la que aburrirse, tal vez más, tal vez menos. Y eso, creo que fue lo que nos sucedió a nosotros. No hubo una ruptura oficial ni definitiva, simplemente dejamos de vernos. Solíamos hacerlo casi a diario, él me esperaba en la estación de metro a la salida de mi trabajo (a él durante aquellos meses nunca le conocí oficio, siempre decía que vivía de los que ahorraba durante el invierno, que pasaba en su país natal, trabajando en un chiringuito playero en Punta del Este; de esta forma, bromeaba, vivía en un eterno verano). Y un buen día él no me llamó, y yo tampoco le llamé para concertar nuestra cita habitual. Me gustaría pensar que dejó pasar los días esperando que yo le demostrara hasta qué punto tenía interés por él. Y se lo demostré al cabo de más de cinco meses, cuando estando de mudanza eché en falta unos cd´s de Brassens que juraría un día había olvidado en su casa. Francamente no tenía interés especial en verle, pero quería recuperar los discos, que en realidad ni me pertenecían, me los había prestado hacía cierto tiempo una amiga con la que había tenido un fuerte enfrentamiento hacía meses, poseer aquellos discos que sé ella echaría en falta era una especie de victoria en nuestra guerra particular.

Quedamos, él apareció con los discos, tomamos un café y fuimos a su apartamento... Nos despedimos con la promesa de llamarnos al día siguiente, de eso hace casi dos años.

Me caía bien, nos caíamos bien, y yo le tenía un inmenso cariño. Pero no discutíamos nunca, no nos peleábamos ni nos acostábamos con otra gente (y creo que él no estaba acostumbrado a ese tipo de situaciones).


Pero volviendo a Jorge... por fin le llegó el tan merecido y deseado ascenso, que suponía un traslado a Frankfurt con la familia y la promesa de que en no más de dos años podría instalarse en España, tal vez en Madrid.


Solíamos hablar telefónicamente todas las semanas, desde nuestros respectivos trabajos, por supuesto, y teníamos largas conversaciones poniéndonos al día de nuestras cada vez más aburridas vidas. Él me hablaba de los progresos de sus hijas y yo de mis no progresos. Poco a poco las llamadas se fueron espaciando en el tiempo, y a los cinco o seis meses dejó de llamarme. No le dí importancia porque suponía que estaría ocupado, el trabajo sé que le absorbía mucho tiempo, demasiados viajes, y por mi parte mi vida también se había complicado un poco con nuevos horizontes a los que enfrentarme.


Tan sólo hace un par de días recibo una llamada suya, acaba de llegar a Oviedo, a pasar unos días de vacaciones con la familia, y quedamos para vernos y charlar. Las negociaciones para elegir en qué lugar vernos fueron duras, pues poco queda del Oviedo nocturno que él conoció, pero al final logramos ponernos de acuerdo y nos encontramos ante una guinness en el Ca Beleño. Hacía muchos meses que no le veía, y más bien parecía que hubieran sido años. Parecía haber envejecido de repente, su mirada era gris, y tras no más veinte minutos de charla me di cuenta de que sólo era yo la que hablaba y que el único tema de conversación era mi mismidad. Ningún comentario sobre su mujer, sus hijas, su adosado o la niñera.


No tenía demasiadas ganas de hablar, pero era obvio que algo le ocurría, y cuando íbamos por la tercera cerveza me contó que él y Nacha estaban en trámites de separación y sin vuelta atrás. Había una tercera persona. Alguien conocido, un amigo, uno de sus mejores amigos, también casado con una amiga. Una de esos matrimonios con los que compartían barbacoa los domingos. Ella se quedaba con la casa, que ya compartía con su nuevo compañero, con las niñas, con el coche, y a él lo enviaban a Madrid, que había sido su destino soñado y se había convertido en lo más parecido a un destierro.


Me sentí tan mal, creo que incluso más de lo que me hubiera sentido si me viera en semejante situación. Porque Jorge es de esas personas que no han nacido para tener desengaños amorosos, no se lo merece. No es como yo, acostumbrada a los fracasos, que hace tiempo asumí que soy incompatible con una pareja estable. Y precisamente cuando veo que alguien tan extraordinario como Jorge fracasa en su matrimonio no puedo evitar preguntarme a qué puede aspirar alguien como yo.

Eco en el laberinto


Esta mañana Boccherini también a mí me hizo sonreir...

viernes, agosto 03, 2007

Volveré... supongo.








Me voy de vacaciones...

jueves, agosto 02, 2007

Envenenándome de azules


No sé en qué momento mi victoria pasó a convertirse en tu derrota, y mi derrota en tu victoria.

Cuándo dejamos de reconocernos y mal disimular nuestros instintos y nuestras cicatrices. Cuándo descubrimos que nuestras sonrisas eran de archivo, apolillados nuestros abrigos en una entrada que nunca cruzábamos.
Cuándo nos traicionó el futuro.

En todo caso, el día que perdamos que no sea por cobardía… y mucho menos por miedo.

miércoles, agosto 01, 2007

Y Bardem se hizo hombre



Nunca me había fijado en Javier Bardem. Me parecía un buen actor y un tipo inteligente, pero no excesivamente atractivo. Le recuerdo especialmente en las “luneras” Huevos de oro y Jamón, jamón… y no, como que no.

Pero hace un par de días me lo encontré, sentado él con unos supongo amigos o gente del equipo de la película (españoles en todo caso, especialmente una guapa morena con la que no dejaba de reírse). Directamente me quedé con la boca abierta mirándole y escuchándole mientras le decía a la persona que me acompañaba que ni se le ocurriera sacar el móvil para hacer fotografías o pedirle un autógrafo, que eso es de horteras, y una puede ser muchas cosas, pero el “horterismo” no está entre ellas. En todo caso de pedirle algo al Bardem no sería precisamente un autógrafo.

Por cierto, ha sido llegar la Pe y el ostracismo ha caído sobre la ciudad. Que la Escarlata y no digamos el de la china (como ya le llaman por aquí) se pasean alegremente por toda la ciudad, posan con la gente y responden a los saludos.


Monísimas las niñas de la china (que es coreana, creo) y no digamos la Escarlata, tan rubia (casi blanco su pelo), tan nívea, con esas curvas… aunque aún no conozcamos su sonrisa. Que diferencia, dice mi amigo P. que trabaja en La corrada del obispo, con la Pe, que sin maquillaje (él la vió anoche) no vale nada. Claro que hace tiempo dijo que Catherine Zeta Jones (divina como pocas) al natural era del montón… qué sabrá él, aunque crea saber…

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