jueves, julio 26, 2007

Un día en el exilio



Me acabo de comer medio litro de helado de dulce de leche... Bien por mí... Hay días en los que es mejor no levantarse de la cama...

Me voy a escuchar a Rufus Wainwright que siempre me hace llorar... o tal vez a Boris Vian...

Carilda Oliver

Traigo el cabello rubio; de noche se me riza.
Beso la sed del agua, pinto el temblor del loto.
Guardo una cinta inútil y un abanico roto.
Encuentro ángeles sucios saliendo en la ceniza.

Cualquier música sube de pronto a mi garganta.
Soy casi una burguesa con un poco de suerte:
mirando para arriba el sol se me convierte
en una luz redonda y celestial que canta...

Uso la frente recta, color de leche pura,
y una esperanza grande, y un lápiz que me dura;
y tengo un novio triste, lejano como el mar.

En esta casa hay flores, y pájaros, y huevos,
y hasta una enciclopedia y dos vestidos nuevos;
y sin embargo, a veces... ¡qué ganas de llorar!

Geografía privada


Esta tarde estuve con mi amienemiga preferida. Aunque no me gusta caer en generalidades sexistas (y a pesar de ello lo hago, como ahora) creo que ésa es una figura típica y exclusivamente femenina que hasta las niñas de primaria conocen, de hecho creo que debe de ser de las primeras cosas que aprenden cuando llegan a la escuela o al jardín de infancia y comienzan a socializarse. Y de aquellos polvos vienen los lodos que vienen (o cómo se diga, que yo y los refranes ¿castellanos? nunca nos hemos entendido del todo bien).

En fin, esta mañana me llama para invitarme a comer porque se va de vacaciones y quiere despedirse. Al menos eso es lo que dice. Pero las dos sabemos que lo que realmente quiere decir es que la semana próxima es SU cumpleaños, ella estará fuera y sería imperdonable quedarse sin Mi regalo.

Le compré una planta, fue lo primero que se me ocurrió, no me esforcé mucho y la idea me vino obviamente al pasar delante de una floristería. No recuerdo exactamente cómo se llamaba. Parecía una orquídea, pero no lo era. Sólo sé que necesita ser regada con asiduidad. Muy propio como podrá verse para alguien que se va casi mes y medio fuera, y dado que se va con marido, suegros, padres, hermanos, cuñados y sobrinos varios va a tener pocas opciones para elegir a quien le riegue las plantas.

Tras la comida me invitó a acercarme a su casa para que viera las reformas que había hecho en la terraza donde acababa de colocar una monísima mesa auxiliarnosequé que resultaría perfecta para colocar la planta. Convendría decir que la planta era de interior, pero ese punto yo no se lo aclaré.

Hacía siglos que no pisaba su nidito de amor y aunque no sentía especial interés (en realidad ninguno) tampoco tenía excesiva prisa y la curiosidad a mí siempre me puede.

-“No sé si recuerdas cómo era el piso”. Me dice mientras abre la puerta con evidentes muestras de orgullo. Y comienza una cháchara interminable sobre las ventajas de ese barrio, de ese edificio, de su piso en concreto y hasta de su cuarto de baño. Sin olvidar parquets, armarios, alicatados y electrodomésticos. Me va enseñando cuarto a cuarto, cocina, dos baños, estudio, salón, dormitorios… un momento, se abre la puerta del dormitorio matrimonial. Ciertamente amueblado con buen gusto (al menos para mis parámetros de lo que es buen gusto), pero… qué es eso que está sobre la cama, que literalmente cubre toda la cama, ¿cojines?, ¿almohadas?... No, son peluches…

¿Qué hace una tipa de treintaypocos con la cama poblada de peluches? Yo ni siquiera los tuve en mi más tierna infancia…

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