jueves, diciembre 27, 2007

Fobias navideñas (III)


Lo habitual es que a uno le encante la Nochevieja aunque odie la Navidad; que ya sabemos que lo políticamente correcto es declararle la guerra a estas fechas para firmar una tregua el último día del año justo antes de atragantarse con las uvas. Al fin y al cabo la Nochebuena implica familia, al menos tradicionalmente, la Nochevieja amigos, y se supone que a los segundos uno puede elegirlos, frente a los primeros que vienen impuestos.

Yo no soy de esa opinión. Encuentro tremendamente inquietante el último día del año y suelo refugiarme en casa nada más dan las 12. Cumplo con el rito de comer religiosamente las 12 uvas, nunca consigo llevar el ritmo de las campanadas y mientras la gente a mi alrededor brinda y se felicita el nuevo año yo sigo tranquilamente haciéndome cargo del buen número de uvas que aún quedan en mis manos.
Será que se impone mi sentido trágico de la vida, pero en lugar de pensar que esa noche supone el inicio de un nuevo año lleno de las posibilidades que queramos tener, sólo puedo pensar que seré un año más vieja, que todo, probablemente, seguirá igual y me entra una profunda melancolía que se disipa con las primeras luces del día de año nuevo. Me deprimen tremendamente las celebraciones de turno, esa falsa alegría con la que todos parecen festejar, esos absurdos mensajes llenos de deseos improbables que colapsan el móvil y muy especialmente las indumentarias con las que ellas y ellos hacen gala. Las lentejuelas, los brillos, los dorados, los generosos escotes e imposibles tacones, las corbatas y trajes con los que los aún adolescentes se disfrazan y que les sientan peor que a un santo unas pistolas, si exceptuamos obviamente a mi bendito Valverde.

En todo caso y aunque yo no lo disfrute le deseo al lector una feliz entrada y salida de año (cómo me ha gustado siempre esta frase) y un año, cuando menos, lleno de dignidad. Por mi parte y tras las 12 uvas y sus correspondientes campanadas acompañada de un par de botellas de champagne (no cava, y rosado a ser posible), mazapán de Toledo (una tiene sus debilidades) y cierto número de películas, entre 3 y 5, me monto un maratón cinematográfico. El año pasado le fui infiel al ritual, por estar en tierras extrañas y tener que adaparme a las costumbres locales, pero el anterior me tragué todas seguidas y ya no recuerdo el orden: Ser o no ser, El fantasma y la Sra. Muir, Mogambo y Sed de mal (sé que está fue la última porque me quedé dormida a mitad de la película, muy fuerte ver a Marlene Dietrich haciendo de mexicana). Para este año aún no tengo perfilada la cartelera, dudo en sustituir las películas por un maratón de Los Soprano, pero me apetece ver Centauros del desierto, tal vez Desde Rusia con amor (ver a Pedro Armendáriz al lado de Sean Connery no tiene precio, y no digamos a Lotte Lenya la malvada Rosa Klebb, merecedora sin duda de un post dedicado si yo tuviese más ingenio y talento), tal vez una peli de safaris, agradecería si alguien me recomendase alguna (clásica), y que no fuese Las minas del Rey Salomón (el sosainas de Stewart Granger me da mucha pereza).

Lo que hay es lo que ves


He hecho propósito de enmienda. Me encomendé a mí misma la tarea de no enfadarme, no discutir, no contradecir ni contrariar a mis congéneres familiares y navideños. Difícil y ardua tarea en estas fechas de reencuentro familiar. Lo conseguí, tragué saliva, conté hasta cincuenta, me levanté de la mesa con excusas varias, me serví otra copa de vino… he conseguido superar con relativo éxito la cena de Nochebuena, la comida de Navidad y las sucesivas comidas, meriendas y cenas de estos días hasta hoy. Hasta esta tarde para ser más exactos.

Un pequeño utilitario atestado de gente, es decir, de cinco personas incluido el conductor. Servidora en el asiento de atrás, apretada como en lata de sardinas. Monumental a la entrada de Oviedo. El conductor pregunta a las pasajeras (todas mujeres) si han trabajado hoy, jueves 27, cuando media humanidad está de vacaciones, la otra media, entre la que yo me incluyo, sí lo hemos hecho y así lo hago saber. Antes siquiera de terminar la frase me interrumpe el señor conductor con un:

-“Bueno, tú habrás hecho acto de presencia, porque lo que se dice trabajar… así va España. No me extraña que votéis a ZP”.

Me indignó el comentario. Me indignó muchísimo. Y ahora me indigna haberme indignado. Por un lado y para qué negarlo porque en parte, sólo en parte, por supuesto, era cierto. En qué parte, eso es lo de menos. Por otro lado él no tiene ni la menor idea de a quién voto, ni siquiera si lo hago. En cambio yo si conozco perfectamente su postura política que aunque no entienda respeto, nada que ver con la mía. Pese a todo le quiero y admiro. En tercer lugar hago algo más que acto de presencia, cumplo escrupulosamente mi horario e incluso las tareas asignadas. Y sí, así va España señor conductor, pero no precisamente por mi culpa. Últimamente estoy francamente cansada de tener que justificar mi condición y mi trabajo a pluriempleados postlicenciados que trabajan hasta los sábados para ganar un dinero que no tendrán tiempo de gastar.

Se me escapa por cierto el plural en el “votéis”, porque la copiloto y las acompañantes del asiento trasero, mis tías, no son sospechosas precisamente de votar a Zapatero, siendo como es su radio de cabecera la cadena COPE y un tal Jiménez Losantos.

Anybody but you



Tú no lo sabes. Probablemente no lo llegues a saber nunca. No por mi parte. Iba a llamarte yo. Dígase con el convencimiento con que una pronuncia la frase que el otro quiere escuchar. Nada más lejos de la realidad. Pensé en hacerlo, durante breves instantes. Descarté la idea. Te borré de la lista prioritaria de llamadas de felicitación navideña y te coloqué en la cara B, los que reciben un triste mensaje telefónico (si tengo espíritu, un email, no lo tuve, evidentemente). Pero llamaste tú. Y me alegré de ello aunque yo no lo hiciera. Me reconcilió contigo. Me alegro, mucho, por ti. Meses repitiendo la frase con escasa convicción y demasiada osadía. Me alegraba, me alegro, cierto, pero no del todo porque aunque pretendiera ser sincera no lo era. Irremediablemente. Sin poder evitarlo. Y bien sabe ese Dios al que algunos le rezan que si alguien se merece todo lo bueno que a uno le pueda pasar ésa eres tú.

Related Posts with Thumbnails