sábado, marzo 15, 2008

Duelo al sol




Lo nuestro, no sé si decir lo tuyo, es, no sé si decir ha sido, una película del Oeste. No una de indios y vaqueros donde nos queda meridianamente claro que los vaqueros de Missouri, Colorado o Tenesse son los buenos y los indios, sioux, creeks o pies negros son los malos. Los papeles perfectamente repartidos, a unos les tocan las espuelas y sombreros a otros las plumas y machetes. Resulta fácil y naïf como en el mejor de los culebrones venezolanos o en las novelas de Ken Follet donde los buenos son muy buenos (además de guapos, compasivos e inteligentes) y los malos son muy malos (a veces también son inteligentes y guapos, nunca comprensivos). No, lo nuestro se acerca más al duelo en O.K. Corral, desarmados y mordiendo el polvo.

Jens siempre dice con su impropio acento: -"Como ye tan grandón se piensa que es John Wayne". Yo hubiese preferido a Gregory Peck... claro está que tampoco soy yo Jennifer Jones ni estamos dispuestos a morir el uno por el otro.

Autobombo


En una mañana de viernes animado e inconsciente preludio de vacaciones alguien busca una bolsa desesperadamente. Una bolsa vulgar, de ésas de supermercado, para unos libros. Yo no tengo y eso que en mi bolso hay de todo, pero recuerdo que Rita la cantaora, Cogersa en versión femenina o lo que es lo mismo Miss Reciclaje, tiene reservado un cajón para toda suerte de objetos. Efectivamente allí hay una hermosa bolsa con el logo de Correos y sus colores corporativos, amarillo y azul. Se la ofrezco al demandante dejando bien claro que lo que acabo de cometer es un allanamiento de propiedad ajena y él me da efusivamente las gracias. -"Dae, eres la mejor. Pero en serio, la mejor." Y lo reitera una y otra vez. El Doctor Amor a su lado asiente complacido y afirma solemnemente que se me echará de menos cuando tome posesión del nuevo cargo y les abandone. -"Se necesita a gente tan eficiente como tú". Se alejan los dos entre sonrisas y murmuraciones... "Esta chica si que vale". Incrédula miro el reloj, apenas son las 10 de la mañana, no son horas para presentar estados moderadamente alcohólicos.

Tiempo después me encuentro celebrando en la sacrosanta media hora del café junto a la Viudita Alegre el cese de cierto Director General (ni los motivos humanitarios tienen cabida, confieso mi mezquindad) con unas impropias cervezas en horario laboral. -"¿Nunca te has planteado colaborar con un sindicato?" me suelta a bocajarro y cambiando radicalmente de tema. -"Deberías probar la experiencia, no digo que te liberes, pero sí que de cuando en cuando unas horas, unos días al mes. Aprenderías un montón, conocerías gente. Seguro que te resultaría interesante. Además en el sindicato (intuyo se refiere al suyo) se necesita savia fresca, gente joven y con iniciativa, no funcionarios apoltronados. Tú resultarías muy válida".

Hace demasiado tiempo que nadie me dice que soy lista o inteligente (presupongo son adjetivos distintos), brillante o simplemente bonita. Y no es que necesite los halagos para respirar trece veces por minuto que diría el poeta (siempre me parecen vacuos y falsos, aunque sé que estos son sinceros) pero en un breve lapso me hablan de eficiencia y validez y hablan de mí. No puedo evitar sonreir.

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