viernes, julio 04, 2008

Amy Winehouse


Justo en este momento veo a la sin par Amy Winehouse en directo y a través de la 2, esa exquisita emisora de tv, desde el Rock in Rio. Acaba de salir a escena con tacones de vértigo, un mini vestido amarillo desafiando a la mala suerte, wonderbra y su improbable nido de pájaros en la cabeza. Parece sobria a pesar de sus titubeantes pasos y sus movimientos de incierta pin up venida a más y de la copa de contenido no identificado que entre canción y canción se lleva a los labios.

No diré nada nuevo si afirmo que su segundo disco es una de las últimas pequeñas maravillas de la industria discográfica tan en decadencia pese a sus múltiples adicciones (o tal vez precisamente por eso) y que acabe de cambiar sus maravillosos zapatos por unas vulgares chanclas blancas. No sé si está destinada a convertirse en leyenda de la música pero lo que si ha conseguido esta pequeña inglesa judía es convertirse en icono de la moda pese a la incredulidad de algunos.


P.D. La excepción del color, porque ella y yo lo valemos.

Avería y redención



Siempre se dice que cuando las cosas comienzan a ir mal todo lo que pueda ir mal empeorará. Que las desgracias se atraen, al igual que las malas rachas o los malos augurios. En cambio los golpes de suerte son esquivos, el azar se vende caro y la felicidad es esa puta fina con la que Ariel Rot(henberg) soñaba llegar al altar.
.
No me quejo yo de mi suerte, básicamente porque no la tiento y porque juraría que está a la vuelta de la esquina que nunca llego a cruzar, probablemente por quedarme parada ante el escaparate de Bimba&Lola calculando el presupuesto casi inexistente para las rebajas de verano temporada 08, que se me han venido encima casi sin yo enterarme. Pese a todo y sin conjurarla, siéndole infiel a mi cita con San Xuan (y ya van dos) parece que últimamente ha decidido sonreirme. Me regalan flores (y bombones) amenazando con hacerlo cada semana, bendito bombardeo el protagonizado por rosas amarillas. Mi pink panther particular me persigue a todas horas invitándome a ir a la playa, a acompañarme a las rebajas o incluso a hacer el esfuerzo de ir conmigo a escuchar a los Tigres (del Norte). Mi jefe ha decidido felizmente ignorarme, hace mucho que conseguí yo lo propio y aunque me toque currar hasta el 15 de agosto me quedo prácticamente sola y en eso que algunos llaman horario de verano, buena oportunidad para leer por fin a Zadie Smith y darle un empujón a este blog, no sé si hacia el precipicio, bien decía Oscar ayer que todo tiene un fin. Se ha vendido el piso, por fin, un pasito más hacia mi matrimonio con el banco y a habitar un espacio que no sólo contenga "mis cosas" sino que también sea mío. La vida laboral de G. parece aclararse, en buena dirección. En breve se publicará el concurso de traslados y ya he estado cotejando las vacantes, puede que no tenga sentido pero si la toma de posesión se alarga hasta enero por qué no probar suerte con Gijón. Me iré en un par de fines de semana a BCN a escuchar al Jefe y a perderme cuatro días en la ciudad, aún tengo pendiente negociar la concesión de los moscosos y el 15 de agosto me esperan los States. Voy a ser la orgullosa madrina de una hermosa niña que se llamará Carola y por primera vez en mucho tiempo lo que me gustaba estaba rebajado. Y luego llegará Mar diciéndome que lo que necesito es un buen polvo.

Instintos (animales)





Ya no me duele. Acaso no me dolió nunca. Encontrarme contigo. Cruzarnos en la distancia y con semáforo rojo, cruzar la calle, los dos besos de rigor, uno por mejilla. Las palabras de siempre, las frases hechas, las excusas y la perenne prisa. El número 32 de la calle G. E. hace mucho que dejó de ser lo que era. Fuera la corbata como símbolo de progresía, tú fuiste el primero, te adelantaste al ministro y ahora ya no eres el único en ocupar portadas, noticias o minutos de televisión, hace escasos días el imparable Indio lucía palmito en la TPA, sí, el mismo que según tú "parecía tonto cuando lo compraron" y del que nunca aceptaste el efecto que causaba (y causa) sobre mis neuronas y otras partes de mi anatomía. Y han pasado los años, muchos, océanos de tiempo desde aquel viaje a París perdidos en el laberinto, pero yo siempre tuve suerte a los dados y sin que mi número favorito sea el dos siempre acabo condenada a entenderme con un número par.


Besos impares, para que al menos uno se lo lleve el Indio, con el que seguro me encontraré hoy, no puede faltar a la cita.



Related Posts with Thumbnails