martes, julio 29, 2008

Si tú me dices ven, ¿lo dejo todo?

El jefe me pide que te llame. Hace tiempo que asumí que he convertido en su secretaria oficial y primera telefonista de su cortijo particular, ése en el que ha convertido su dirección.

Alguien murmura que estás de vacaciones. No parece importarle, debería de saberlo, lo sabe, supongo. Otro alguien comenta que no serías tan estúpido como para llevarte contigo el teléfono o contestar en todo caso viendo este número. Pero sí, eres tan estúpido como para no sobrevivir sin tu celular y en la identificación de llamada con el sistema Ibercom tan sólo aparece un "privado".

Sé que estás en Capri o Nápoles, con la familia, disfrutando de lo que iban a ser "mis vacaciones" en Italia antes del cambio de planes, de los míos. Te apropiaste de la idea, de la mía y ahora estarás al sol de Sorrento con tus hijos y supongo tu mujer.

Llamo. Aparece tu voz al otro lado con un mal fingido incomodo y una peor llevada sorpresa. Te paso con el jefe y al cabo de unos pocos minutos me viene de vuelta tu voz a través del auricular como si no te importase un carajo mi estado, mi salud o mis opiniones.

Afortunadamente hace tiempo que dejó de llover...

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