miércoles, julio 29, 2009

Yo, mi, me, conmigo


"De verdad, puedo ser alegre. Amable, agradable, afable... Y eso sólo son las palabras que empiezan con 'a'. Pero no me pidas que sea simpática, la simpatía no va conmigo".


"La ladrona de libros" - Markus Zusak


viernes, julio 24, 2009

En la mañana del día de Año Nuevo. Sí, el 1 de enero de 2009. La última vez que lloré. Hasta ayer. Exactamente seis meses y 23 días después. No importan los motivos que me desbordaron de lágrimas entonces, y los de ayer también carecen de importancia.

En un esmerado escenario. Conduciendo a toda velocidad por la autopista de regreso a casa desde el aeropuerto. Drive all night y Stolen car a modo de bucle infinito, las lágrimas rodando por mis mejillas. No es la primera, ni será la última vez, aunque tengan que transcurrir otros seis meses y 23 días. Me sentí terriblemente vacía.

martes, julio 21, 2009

High fidelity



Un anónimo lector me pregunta vía email… Inciso, ¿a ustedes también les ocurre?, quiero decir, que si también les comentan en privado a pesar de tener la opción de hacerlo en público. Y no, no va por ti, no eres el único que ante aseveraciones públicas da respuestas privadas… Segundo inciso, tengo un lector lo suficientemente presuntuoso como para darse siempre por aludido… Será por anónimos lectores, digo…



El anónimo lector, educadamente, me pregunta si es cierto que soy fan de Raffaella Carrá. No puede salir de su incredulidad. No comparte, pero entiende, que lo sea de la caprichosa Scarlett. No nombra, intuyo que por desconocimiento, a la fatal Jane Mansfield (la probrecilla acabó decapitada, es lo que tiene el satanismo mal entendido, que en lugar de una muerte ritual y a la altura de las circunstancias, te brinda un vulgar accidente de coche mal parado).


Qué quieren que les diga. Si fuera una persona sin un mínimo de dignidad lo hubiese negado. “Holaaa, Raffaella , noooo… sólo era una broma de pésimo gusto” y evidentemente estaría mintiendo como una bellaca. Pero como ya me miento a mí misma con relativa frecuencia, hace tiempo renuncié a mentir a los demás, en la medida de lo posible. Aunque como ustedes sabrán, lo posible es un concepto muy elástico.

No sé si mi respuesta le decepcionó. “Pues claro que lo soy, ¿algún problema?”… Me temo que he bajado unos cuantos enteros en el concepto que el anónimo lector, ingenuamente, tiene de mí. ¿Pero acaso es incompatible escuchar a Sibelius para conciliar el sueño, despertarse con Extremoduro, ducharse con Raffaella, conducir con Bruce, comer con Dylan (Bob) y cenar con Billie (Hollieday)… entre otros? Parece ser que para él, sí.

Que yo adoro a Bruce no es ningún secreto. Por algo es el Jefe, aunque para mí sea la Santísima Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (aun a riesgo de cometer incesto). Y luego, no necesariamente por este orden, están Bob y Pete y Van y Quique y Caetano y... John, Jacques, Rebeca, Rufus, Eva, Jakob, Tom, Aurora, Leonard, Brandie, Mark, Lorenna, Javier, Tracy, Neil, Amy, John, Lila, Elvis, Jolie, Johnny, Carmen, James, Janis, Eric, Joni, Ricardo, Joan, Josh, Carly, Andrés, Allyson, Charlie, Mary, Gram, Lhasa, Lou, Toli, Patty, Elvis, Natalie, Paolo, Sawhn, Ryan, Katie, Jackson, Emmylou, Silvio, Nancy, Enrique, Lucinda, Miguel y Herbert... y alguno más que seguro se me escapa, incluso un tiempo hubo hasta un tal Joaquín, y Aute, of course, del que ya hablé en otra ocasión… jueguen si les apetece a colocarles los apellidos.

Pero también están Raffaella. Y Raphael. Nunca superaré que Olvido “Alaska” Gara y (Enrique) Bunbury decidieran un buen día que era cool y que había que versionear sus canciones y hacerse fotos a su lado. Raphael era patrimonio de los incomprendidas como yo. Sólo nosotras éramos capaces de apreciar que tras su histrionismo se ocultaba una estrella no digna de esta galaxia, a la que tan sólo alguien como Juan Gabriel podría hacer sombra.

Y no, no me gusta la Pantoja. Pero sí la copla. Y los fados y el danzón. Y hasta hubo un tiempo que escuchaba a Cheb Khaled (y leía a Erich Fromm), pero sólo era pose con afán impresionista. Hasta una vez quise ser arponera. Y la música vaquera, la bossa-nova y cómo no, las rancheras.

Esto no es política, probablemente el único tema del que no pienso hablar nunca, pero he leído esto esta mañana en El Mundo, y en fin, no puedo evitarlo.

Ante todo, eso sí, partiendo de la idea de que efectivamente el hombre llegara a la Luna y no sea todo un camelo. Pero a lo que voy. Palabras de ese individuo llamado Francisco Franco Martínez Bordiú justificando (cito literalmente) el hecho de que el fragmento de suelo selenita que el Gobierno de EEUU dió al Jefe de Estado español en julio de 1973 nunca se donara a un museo, sino que siempre estuvo en su despacho del Palacio de El Pardo, y posteriormente, tras su muerte, en el domicilio de su hija, Carmen Franco Polo:

- Como mi madre es una mujer con muchas cosas en muchas casas, en algún traslado o al redecorar alguna habitación, al final debió extraviarse.

A mí es que la gente bien me “mata”.

lunes, julio 20, 2009


Al hilo de lo anterior... el tercer suceso no tan horrible.

Dispuesta a romper las normas, a hacerlo por completo. Nada de fichar y 20 minutos escasos acodada en la barra del bar deseando estar en otra barra y en otra compañía. No, mejor irse de compras. Pero no, nada de rebajas. A esa pequeña tienda donde de pasada vi ese brazalete de plata que decía "cómprame, cómprame". Resistí la tentación... entonces. Siempre me queda a desmano. Pero dando un rodeo... No tengo hambre. Nada mejor que hacer. El chico de la esquina está de vacaciones y hoy toca pollo, y con todos los respetos, estoy hasta las narices de comer pollo... No tardé mucho en autoconvencerme. Como habrán comprobado, mis argumentos eran más que convincentes.

Salir no supone ningún problema. Cuando las transgresiones se hacen en grupo son menos transgresoras, valga la redundancia. Pero entrar, a la vuelta, ésa es otra historia. Ahí está el guardia de seguridad... Saludo, por supuesto. Buenas tardes. Soy correspondida. Pero dice algo más que no entiendo ni comprendo... Sí, efectivamente me está dando el alto y me pregunta algo que sigo sin comprender. Tenía que pasarme a mí, solamente a mí.

-¿Funcionaria o colaboradora?- pregunta insistente aunque amablemente, y yo por los nervios, ni le entiendo.


-Funcionaria, funcionaria...

-Pasa, pasa- ya con una sonrisa que se debate entre el triunfo y el cachondeo (juraría yo. Y también juro que me paso el día viendo entrar y salir gente sin fichar y que nadie, nunca, les pregunta nada).


Justamente esta mañana se coló un hombre, ligeramente alcoholizado no siendo generosa, porque si lo fuera diría que estaba como una cuba. Si a esto le unimos a que el tipo de usuario o ciudadano con el que yo "trabajo" pertenece a un sector digamos peculiar, sale un cocktail, cuando menos, explosivo.


¿Y a este tipo por qué no lo paró nadie? No, se presenta bamboleante frente a mi mesa, y les describo la situación, que probablemente bien podría considerarse la cuarta cosa horrible del día (sólo espero que la quinta no sea el descarrilamiento del tren en el que me montaré en 20 minutos, los que me quedan para terminar de una vez con esta maratoniana jornada laboral). En torno a las diez de la mañana, un calor más propio de la Manga del Mar Menor (es un suponer) que de la vetustiana Oviedo, la oficina atestada de compañeros (también es un suponer) poseídos por un trabajo febril (seguimos suponiendo). Daeddalus sudando lo que no está en los escritos, abanicándose y mirando la vida pasar por la calle Coronel Aranda, privilegio de sentarse al lado de la cristalera, mientras mi ilustre compañero me habla de su última lectura, algo que tiene que ver con el Mago de Oz. Es fan de el Mago de Oz. Con eso se lo digo todo y si además agrego que la imagen de su escritorio es de no se qué del Mago de Oz ya se podrán imaginar. Si al menos fuera fan de Judy Garland, no sé, yo por ejemplo soy fan de Raffaela "hooola" Carrá y de Jane Mansfield.

No olviden el detalle de la carpeta a modo de abanico y del sudor corriendo por mi cuerpo, son importantes, así como la expresión de ausencia total provocada por una conversación tan amena. Por un lado el descuido y por otro el calor; consecuencia, más botones desabrochados de los debidos en mi blusa. Mi lugar de trabajo es territorio hostil para los escotes, demasiada vaca (o toro) sin cencerro, que diría la sin par Chus Lampreave, pero un despiste lo tiene cualquiera. Y justo lo que necesitaba el tipo ebrio y vacilante era un despiste de ese calibre. El resto, se lo pueden imaginar; creo que no recibí tantos piropos, por llamarlos de alguna manera, en mi vida. Ni yo ni ninguna de las partes de mi real anatomía, enumeradas una a una y reiteradas en una histeria sin fin, ante el regocijo del respetable. Si hubo una vez en la que deseé con todas mis fuerzas que la expresión "trágame, madre tierra" se hiciera realidad, fue ésta; a Dios pongo por testigo (es que también soy (muy) fan de Scarlett O'Hara).

(Sin)vergüenzas


Estoy en el trabajo y aún me quedan dos horas y media por delante. Sí, los funcionarios, algunos, trabajamos por las tardes, algunas, por ejemplo las de los lunes. Tengo cosas por hacer, toda una montaña de expedientes a los que hincarles el diente, pero es mi trabajo para toda la semana y tengo que administrarlo con sabiduría a lo largo de ella. En todo caso, prefiero aburrirme ahora y dedicarme por ejemplo a escribir, ya que estoy sola en la oficina, dejando el trabajo por hacer para las mañanas, rodeada de colegas fingiendo, un poco mejor que yo, estar multitareados.


Y qué les cuento... Pues que acabo de comer. Una Coca-cola light y una chocolatina (obviemos la incongruencia), de pie delante de la máquina del café y escuchando las batallas vacacionales en O Grove de una chica a la que no conozco, lo cual no impide que me lo cuente, parece que ella sí sabe quién soy yo. Supongo que mi estómago pedirá socorro a marchas forzadas en breve, pues desde las seis de la mañana sólo he ingerido un yogur de frutas del bosque, creo... la incertidumbre se refiere al contenido del yogur, no eran horas para discernimientos. Hace demasiado calor y a mí el calor me quita el hambre. En fin, que eso es lo de menos, nadie viene aquí a leer que yo me aburro o que combino el chocolate con productos light bajos en calorías, que pierdo el tiempo infamemente en mi trabajo o que no desayuno. En realidad no sé por qué vienen aquí, pero ya que lo hacen se merecen algo más, no digo mejor. Así que tal vez les cuente que hoy he hecho dos cosas horribles.

En primer lugar, aunque no en orden cronológico. Hace escasa media hora y concretamente a punto de cruzar la Avenida de Galicia, después de esperar pacientemente a que el semáforo se pusiera en verde para los peatones; mientras estos, los peatones, cruzaban en rojo, exceptuando a Daeddalus; cual estatua de sal petrificada sintiéndose un poco idiota y con complejo de centroeuropa, fingí no ver a quién vi. Traduciendo, iba yo a cruzar la calle cuando diviso al otro lado a un tipo que se acerca al semáforo esbozando una sonrisa de fingida sorpresa, ya dispuesto a saludar, a plantarme dos besos y a decirme eso de "cuánto tiempo, cómo te va la vida y un montón de bla, bla, bla...". Y qué hago yo, ¿disculparme con la excusa de una prisa que efectivamente me perseguía porque obviamente era la última persona del mundo a la que deseaba encontrarme? Ciertamente exagero, la última no, pero digamos que se encuentra en una posición aventajada en ese heterogéneo grupo de personas, de hombres concretamente, para qué negarlo, que forman parte de mi pasado con tendencia al olvido; envueltos en la nebulosa del si te he visto no me acuerdo y si me acuerdo ya te he olvidado. Pero no, para qué, pudiendo girarme tranquilamente, fingir que no he visto, cuando claramente he visto y en lugar de cruzar, el semáforo puntualmente en verde, seguir calle arriba con la mirada incrédula, ahora la sorpresa ya no es tan fingida, clavada en mis pasos. Lo sé, tengo que hacérmelo mirar.

No es probable que se pregunten qué hacía yo hace media hora bajo un sol de justicia cruzando las calles de Oviedo cuando tendría que estar trabajando. Pero como ahora seguro que ya les corroe la curiosidad, yo se lo cuento. Eso enlaza con la segunda cosa horrible cometida hoy por mí y con la prisa que sentía, aunque ésta no fuera el motivo por que el que evitara a aquél viejo amigo, amante, novio o lo que fuera. Tras salir juntos un par de veces ya quiso pasear conmigo de la mano, aún recuerdo el infausto momento, subiendo por el Rosal y ya casi en Pérez de la Sala, cuando disimuladamente, o eso se creía él, agarró la mía en un ataque de misticismo. Dejó de ser amigo, amante, novio o lo que fuera, de ipsofacto. Yo de la mano sólo llevo a mi sobrina T. que tiene dos años. Que en realidad mi acercamiento a él no fuera sino un puente para alcanzar otro objetivo; que por si les interesa les diré que alcancé, una noche en El Diario Roma, para ser más precisos, a la que siguieron unas cuantas más; no tuvo obviamente nada que ver con tan brusco rompimiento. Ni que años después, tal día como hoy, finja no reconocerle si me lo encuentro en plena calle.

Pero hablaba de mis prisas, y les cuento. Los lunes tengo que trabajar por la tarde, en realidad podría ser cualquier tarde de la semana, pero yo voluntariamente elegí los lunes, para acabar de hacerlos un poco más horribles. A eso de las tres suelo salir a comer algo, sí, lo confieso, yo soy una de esas personas acodadas en cualquier barra de un chigre de barrio comiéndose un pincho de tortilla acompañada de una botella de agua mineral, bueno, a veces cambio la tortilla por unos calamares o de pollo, lo que evidentemente no mejora el escenario. Como es de recibo, cuando salgo, ficho. Es decir, que los 20, como mucho 25 minutos que empleo en estar de pie en la barra obervando al personal mientras como y finjo escuchar lo que me cuentan tratando de averiguar si son todos tan desdichados como yo o sólo lo parecen, bueno, bien, lo admito, me han pillado, también si aquel chico tan mono de la esquina lleva alianza o tiene pinta de que alguien le planche las camisas; no computan como tiempo trabajado. Pues eso, que llevo desde febrero fichando todos los lunes cuando salgo "al pincho" pensando que era lo correcto, y ciertamente lo es, y que evidentemente todo el mundo lo hacía. Pero va a ser que no, que es como los semáforos, que la única que los cruza en verde soy yo. Cuando lo descubrí me horroricé, así va el país, así tenemos la fama que tenemos y un largo etcétera de aspavientos salieron por mi boca. Siempre he sido una ingenua, qué le vamos a hacer, meses sin enterarme, y cuando me entero, sigo cumpliendo religiosamente; igual que espero pacientemente a que el semáforo cambie de color aunque no parezca circular ningún coche y me quede sola en la acera como un náufrago. Bueno, hasta hoy, que no es que esperara el cambio de color, es que directamente no crucé y obviamente tampoco fiché.

Me creerán si les digo que me siento terriblemente culpable, no por comportarme como la idiota inmadura que soy fingiendo no ver a quién vi, sino por ejercer de funcionaria en toda regla saltándome las normas alegremente. He de confesar que esto último trajo como consecuencia una tercera cosa horrible, no tanto como las anteriores, no quiero exagerar... pero les prometí contarles dos, y ya he cumplido.

Si me sigo aburriendo, es probable, y me queda tiempo, como sé que ya lo están deseando, les cuento la tercera más tarde.




domingo, julio 19, 2009

Oficio de ausencias



Creo que te debo una disculpa, sí, a ti. Probablemente te resulte innecesaria, pero al menos por el momento no sólo soy dueña de mis silencios, sino también de mis disculpas.

Anoche necesitaba a alguien, unos brazos en los que refugiarme escondiendo la mirada en el fondo de un vaso de ginebra, fueron mis palabras en este mismo blog.

Apareciste tú, poniendo en duda que alguien como yo estuviera sola, sin que me quedara claro cómo es alguien como yo. Me dejaste con la duda. Tampoco importa. Y pese a que yo soy Miss Questions fuiste tú quién preguntó. "¿Qué más cosas necesitas?".

A partir de ahí siento que te usé como sparring para catalizar mis deseos y mis carencias, pero fusite tú quién preguntó, y sé, siempre lo he sabido, que la pregunta tenía trampa, no así mi respuesta: "Por este orden, follar, dormir abrazada y que alguien me de los buenos días con una sonrisa". Aunque usé un verbo no adecuado, no quería simplemente acostarme con alguien, irónicamente sentí pudor, no quería un cuerpo anónimo y sudoroso, alguien a quien olvidar a la mañana siguiente.

No quería sentirme cómoda contigo porque tras unos cuantos tequilas y unas cuantas canciones en El Escondite te llevara de la mano a las cuatro paredes de una habitación con cama. Si alguna vez lo hago que sea porque me apetece hacerlo CONTIGO, no por una necesidad urgente de un cuerpo en el que refugiarme, creo que no te lo mereces.

Sé, aunque no me quede claro el por qué, que a ti te gustaría, no sólo porque me lo dijeras anoche... lo supe desde el primer momento, desde aquel breve encuentro, frustrado por mis prisas y mi mal humor o incluso antes. Claro que mi intuición a veces me traiciona.

Puede que te moleste que hable de ti. Sorry, no hago excepciones, o bien, si lo hago, sólo una, pero el resto de los mortales corren el riesgo de que hable de ellos.

¿Te he dado las gracias?




P.D. Me voy a ver Bruce en el Festival de Glastonbury, en La 2. Como siempre a destiempo, yo estuve en tan esotérico lugar (dicen que allí esté enterrado el Rey Arturo y su consorte Ginebra) tan sólo un par de semanas antes, pero las vacaciones es lo que tienen, una no siempre ajusta las fechas a su gusto.

Bloggeando


Como soy muy, pero que muy vaga. para según que cosas, pregunto aquí en lugar de buscarme la vida en la bloggosfera. ¿Alguien conoce alguna página donde se expongan trucos, atajos y ese tipo de cosas sobre Blogger? Quiero cambiar la apariencia del blog y soy analfabeta funcional cibernética. En concreto, cómo añadir más fuentes, subrayar, cambiar los títulos...



More than I can do


Hoy me he levantado con esta canción, no dejo de tararearla, del bad guy de la country music, el gran Steve Earle. Muestra de que mi gusto sigue siendo exquisito, y no dirán ustedes que es una canción "triste". Ahora sólo me queda tener a quién dedicársela.

'm trying hard to let you go
But it's more than I can do
And every day or two
I wind up right back where I started
I'm trying not to let you know
That I'm still in love with you
I can't just sit home blue
'Cause there ain't no rest for the brokenhearted

Just because you won't unlock your door
That don't mean you don't love me anymore
No matter what you do
Because you know it's more than I can do

You told me that I got to stop
But it's more than I can do
And that ain't nothing new
'Cause we both know that I'm crazy about you

You said you're gonna call the cops
But I ain't gonna run
Because you're the only one
There ain't no way I could live without you


You left me just when I needed you
So l ain't even close to through with you.





El interior del bosque


Me he levantado temprano, tal vez demasiado para estar en domingo, en una mañana gris, en estos días de verano del Norte que tanto me gustan. Me he sentado a desayunar en el jardín, al amparo de las piedras y el sauce terminando de leer "Tokio blues" de Murakami, un libro de esos que no debería leer, que me ponen más melancólica de lo que ya estoy, con todos esos personajes inestables y perdidos, avocados al suicidio. Pese a todo, me ha gustado.

- Watanabe, yo no soy muy inteligente, Soy una chica más bien tonta y chapada a la antigua. No me interesan ni los sistemas ni las responsabilidades. Me bastaría con casarme, que el hombre que amo me tomara entre sus brazos todas las noches, tener hijos. Lo único que deseo es esto.

¿Y saben lo que les digo? Yo también deseo eso. Me importa un carajo que suene tan políticamente incorrecto, que haya quien se sorprenda: "¿tú con niños, amantísima esposa y madre?, no, tú no eres de esas". Pero yo estoy dispuesta a ser lo que me de la realísima gana, aunque no lo parezca. Nunca lo parece. Incluso estoy dispuesta a ser feliz.

viernes, julio 17, 2009

Back in your arms



En mi adolescencia era la norma ir colgada de una carpeta forrada con las fotos más inverosímiles de tus ídolos. Frases y poemas, dedicatorias y trozos de canciones, decoraban el interior. Aquel soneto de Quevedo (polvo enamorado) ilustrando a un Jon Bon Jovi aún con melena o a los Hombres G causando estragos entre las nenas (los pelos como escarpias se me ponen aún al recordar el chantaje al que era sometido Toni Cantó, haciendo de sí mismo, en aquella atrocidad llamada “Sufre mamón”). Supongo imaginarán quién aparecía en mis fotos, muchas ya en blanco y negro, apuntaba maneras, entre versos de Benedetti y Neruda, siempre un paso por delante. Citas célebres y manidas, piropos venidos a menos entre corazones atravesados con flechas y dos nombres enlazados. Diálogos de película y una frase: “Te quiero no sólo por lo que eres sino por lo que yo soy cuando yo estoy contigo”, que a mí me parecía el colmo de la madurez y de lo que significaba hacerse adulta y amar.

Hoy por inciertos motivos la he recordado… porque le quiero, no por lo que es, sino por lo que yo soy, o era, cuando estoy a su lado. Porque le echo de menos sin echarle de menos, en realidad sólo añoro a la que era yo. Una mujer más fuerte, más serena, con risas y consejos, sin neurosis y gritos al aire, con deseos y confesiones, besos y saludos.

Y sé que no es justo, que no se lo merece… acercarme a su lado y decirle: “¿Sabes?, te echo de menos.” Nunca fue suficiente, pero las ganas de esta tarde de sábado de unos brazos en los que refugiarme escondiendo la mirada en el fondo de un vaso de ginebra son demasiado grandes como para evitar descolgar el teléfono…

miércoles, julio 15, 2009


Sé que aprenderé a hacer las cosas sola y cuando menos me lo espere estaré subida a esa Harley desde Chicago a Los Angeles. Sí, sé que era tu sueño y que yo te lo robé, se coló entre el pedacito de tu alma que traje en mi maleta. Puede que lo sienta, pero honey, the times are changing.




P.D. Alejandro Escovedo y su Real animal hoy han conseguido que me rindiera a sus pies.

martes, julio 14, 2009



Hoy he cogido papel y pluma, literalemente, y me he puesto a apuntar en una lista que cada vez se hacía más grande, todas las cosas que he dejado de hacer en lo que va de verano. Que he dejado de hacer por el hecho de estar sola, por no tener quien me acompañase, a quien llamar o a quien invitar. Me doy miedo a mí misma.

Joy of my life



Recuperando al gran John Fogerty, que estos días anda por España, para delirio de unos cuantos privilegiados. Debería fundar un grupo de autoayuda: Hola, soy Dae y me corroe la envidia por no haber ido a ver a Fogerty.

P.D. ¿Por qué tengo la sensación de que otros están viviendo la vida que a mí me corresponde?


lunes, julio 13, 2009

On the road

El 26 tocará en Bilbao, el 1 en Valladolid. Domingo y sábado respectivamente. Y yo sigo sin decidir qué hacer. Primero se liaron las cosas, cuando se arreglaron, "oficialmente" no había entradas. De nuevo salen a la venta. Lo tengo todo, o casi todo, en contra y lo fácil sería conformarme, escuchar las crónicas de los demás, por ejemplo de S. que irá a ambos conciertos, y esperar a la próxima vez. Pero lo fácil nunca me ha gustado y aunque aún no tengo claro ni cómo ni dónde al menos tengo que intentar algo.


domingo, julio 12, 2009

Don't get me wrong



Por supuesto, llegué tarde. Yo siempre llego tarde cuando no tengo que llegar tarde. El tráfico siempre es una buena excusa, mis escasas ganas de llegar a tiempo, no. Había reservado en algún sitio de la Plaza Mayor. Por favor, por favor, que no sea en el sitio de siempre, el de mis primeras citas, preludio de la fugacidad del futuro. No hubo suerte. Espero que te guste el sitio. Cómo decirte, cómo contarte. Ellos nos esperan tras la cena. Hemos quedado aquí. Una Guinness, se aleja la camarera, miro al fondo y allí, pero no, no me ha visto, no me han visto. Me levanto a saludar, cuanto tiempo. Exactamente un año, también en plena Semana Negra, yo medio dije, él asintió, ya lo imaginaba; luego nos fuimos a Barcelona. Apuran sus respectivas cervezas y se levantan para irse, la mano a modo de despedida. Quién era. Pues, no lo sé, aún no lo sé y hoy estoy más alejada que nunca de saberlo.


sábado, julio 11, 2009

¿Hay algo peor a que se te caiga el bote de esmalte rojo haciéndose añicos encima del parquet? Tal vez llegar tarde a una cita y yo ya llego, pero es que tengo que contarlo, hoy me han invitado a cenar, y paga él... Gijón, Semana Negra y una noche que espero sea muy larga...



jueves, julio 09, 2009

True blood (Sangre fresca)



Quiero hablar de True blood, pero necesito no sentirme tan incomprendida...

De momento les dejo con los mejores créditos que he visto en tv desde Dexter.

P.D. ¿Puede considerarse que un blog ha cumplido su mayoría de edad cuando fusilan tus textos sin piedad y se apropian de ellos sin nombrarte? ¿O cuándo te invitan a una cerveza?...

En ocasiones compro en Dia. Sí, esos establecimientos llamados de descuento donde nada parece estar en su lugar, con precios ridículos, acordes con la calidad de sus productos y en general un aspecto de dejadez y de supermercado de barrio bajo que deja bastante que desear. Soy una cutre, lo confieso, pero en mi descargo diré que es lo único que me pilla de camino cuando vuelvo a casa al salir del trabajo y que pese a todas sus carencias tiene aparcamiento.

Al fin y al cabo ustedes no me conocen y semejante confesión no puede afectar demasiado a la ya maltrecha imagen que se tenga de mí. En todo caso esa ya la arruiné una vez en un fin de semana madrileño, por Ventas, no me pregunten que hacía allí a una incierta hora de la mañana, cuando por también inciertos motivos, arrastré a quien me acompañaba a un Dia cercano para comprar algo que ya he olvidado. Y es que, qué se puede esperar de alguien que compra en Dia.

Todo esto viene a cuento porque hace unos días hice un descubrimiento en la sección de congelados que ha imcrementado mi relación de amor-odio hacia Dia. Unos brownie (de chocolate, ¿sería redundante?, imagino). 40 segundos al microondas y la desconfianza ante lo desconocido. Prueba superada con éxito y una adicción más para incrementar la larga lista de las ya existentes.

Y ahora es cuando hablo de True blood... Hay placeres culpables, los brownies son un buen ejemplo, otro sería esa televisión que me roba el sueño, me priva de tiempo y a cambio me da unas alas que me llevan lejos, sin que yo haya llegado a entender por qué.

Primero fue Gossip girl, una serie de la que como dijo alguien, no se esperaba nada ofreciendo exactamente eso, por lo que se condenaba a no defraudar. Crónica de una panda de adolescentes pijos del Upper East Side neoyorquino, tan irreprochablemente impecable pese a su banalidad, que en ningún caso trata de ocultar, que es difícil no caer en su redes. Superficialidad y enredos varios a partes iguales y la mejor pareja de bad guys que ha dado la televisión en mucho tiempo como contrapunto a la insoportable, soporífera y noña parejita-protagonista feliz, la petarda de Serena Van der Woodsen (de la que lo único que se salva es su nombre y su pelo) y su novio (el hijo de ex-rockero pasado de moda en plena crisis de los 40, abandonado por su mujer con ínfulas de artista plástica y ex-amante de su consuegra, cuando ésta aún no se había divorciado tres veces ni poseía tan ilustre apellido). Estoy hablando, obviamente, de Blair Waldorf y Chuck Bass, lo mejor de los malos malísimos televisivos desde mi añorada Angela Channing y argumento más que suficiente para engancharse sin remedio a ella.

Luego llegaría la adicción definitiva, True blood. Tras el primer capítulo juré que no volvería a verla, lo mismo me dije tras el segundo cuando decidí que no soportaba a Jason Stackhouse, un tipo tan penoso. Tras el tercero mis odios se dirigían hacia Tara, absolutamente insufrible y así sucesivamente con el resto de personajes, la madre alcohólica y beata a partes iguales o la falsa santera-farmacéutica, la mentora de Tara, la propia Sookie Stackhouse con esa sonrisa partida de bobalicona perdida, Bill Compton con su mirada extraviada cuando quiere poner cara de malo y/o atormentado, la hippie-chic novia de Jason o Eric, tan poco creíble como vampiro mandamás, demasiado guapo, recuerda a aquel modelo escandinavo, Markus no sé qué, pero en rubio. Pero todo fue inútil, me tragué capítulo tras capítulo y ni siquiera el secreto mejor guardado de Sam, no se puede ser más plano, consiguió hacerme renunciar, más bien al contrario, ese giro tan ¿inesperado? me hizo aceptar la realidad, soy adicta a True Blood, pese a todo y pese a todos o precisamente por eso. Cómo resisitirse a esa mezcla tan imposible de géneros, crónica vampírica, concienciación en busca de la igualdad e integración, soft porno, comedia surrealista y negra, drama social, gore y género políciaco ambientado en un pueblo del profundo Sur de los States lleno de paletos que no prenteden ocultar que lo son. Es tan delirante y ridícula, tan sin complejos, que me rindo a sus pies.

Cuando terminó la primera temporada es cierto que titubeé. ¿Lafayette muerto?. Ya saben, peón caminero de día, cocinero de bar cutre de tarde y chapero y narcotraficante de noche. Adicto al sexo y a casi todas las sustancias. Gay amanerado y sin complejos. Y sin duda el mejor, tal vez el único, personaje que da la talla. Afortunadamente no sucumbí a mis impulsos.




"- ¿Cuando empezó a comprarse vestidos?
- Cuando tuve mi propio dinero
- ¿Sí? ¿muy joven?
- No, siempre."

Carmen Lomana, esa mujer.

Yo de mayor quiero ser como ella.


Cicatrices


La más evidente es la que tengo en el dorso de mi mano derecha, pese a que sufre cierta tendencia a difuminarse y quién sabe si al cabo de los años, muchos, no llegue a quedar rastro de ella. Fue precedida por una bronca monumental por parte de la enfermera del centro de salud de turno, por no acudir hasta pasados varios días, cuando me percaté de que todo el rosario de remedios caseros contra las quemaduras, también caseras, eran poco eficaces. Hubo que dar explicaciones ante la desconfianza con que fue formulada la pregunta, "quién o qué te hizo eso", pueden imaginarse ustedes el aspecto de mi mano.Tener que explicarle que estaba haciendo un flan, no recuerdo para quién, si cocino es que es para alguien, nunca para mí misma, al menos no exclusivamente, y que la técnica de convertir el azúcar en caramelo se me resistió.

También bastante visible, al menos si se me presta atención, es una pequeña marca en mi frente. No recuerdo su origen y nadie, ni mis padres ni mis hermanas mayores saben decirme cómo o dónde o fruto de qué caída o accidente, o desde cuando está ahí.

En una de mis rodillas, no sabría decir con exactitud en estos momentos si en la izquierda o en la derecha, queda un vestigio de una de mis muchas caídas en una infancia montada en bicicleta. Casi imperceptible, sólo cuando me pongo razonablemente morena se aprecia, pero eso hace años que no ocurre, renuncié voluntariamente a ser posible candidata a desarrollar un melanoma hace tiempo.

Tres, por el momento, un número impar de cicatrices, de las aparentes, de las que se aprecian a simple vista. Luego están las otras, las de un alma que funciona a medio gas, las de un corazón curado a base de remiendos, siempre en venta. Menos de las que son. Una fragilidad tan sólo aparente, la mejor defensa no es un buen ataque, es simplemente evitar el enfrentamiento, esconderse, huir, la cobardía como estandarte, la renuncia y el devenir del tiempo que irremediablemente ya nunca podrá ser vivido ni recuperado.

No, no presento heridas y apenas cicatrices en el alma, simplemente paso los días anestesiada, no siento, no padezco. No vivo.


martes, julio 07, 2009

Esta ye la mio señardá



No puede evitar preguntarse qué sentido tiene exponer la intimidad aquí, en un blog, a la vista de casi cualquiera; en el supuesto de que lo hiciera, de que todo lo que contara fuera cierto, íntimo y privado. Y bien, sí, lo es, cierto, pero no se trata de mi intimidad. Puede que nuestro concepto sobre esa palabra difiera y lo que para él es privado para mí no tenga valor.

Para mí no es íntimo contar con quién me acuesto o quién me hace estremecer, la música que me gusta o los libros que leo, la televisión que me hace perder el tiempo o el tiempo que pierdo rememorando un pasado que ya tuvo lugar. Iniciales y lugares que en el mejor de los casos siguen latiendo o que nunca volveré a nombrar o pisar. Poco importa que cuente que ayer he llorado, que mi actual jefe es bien chingón o que simplemente estoy sola y que tengo hipotiroidismo, que mi pelo no es largo ni corto, que mido por encima de la media o que ya no recibo flores, busco piso y calzo un 39, ya me fui de vacaciones en Junio, carretera y manta enfundada en unas Hunter por la campiña inglesa y los acantilados de Cornwall, que cultivo un jardín aunque mi sueño de ver crecer los rododendros (ya saben, anoche soñé que volvía a Manderley) se tiene que conformar con geranios en el balcón; porque nunca he hablado de mi miedo, y desde luego nunca he hablado de ti.



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