miércoles, marzo 11, 2009

Una tercera noche

Es inevitable preguntar por qué a mí me cuesta tanto todo eso que le resulta tan (aparentemente) fácil a los demás. Pero han ido pasando los días, convertidos en semanas, y ya se cuenta por meses el tiempo que nos separa del verano 2008. Y sigo refugiándome en el trabajo (cada vez le regalo más horas, nadie me espera en casa), en palabras ajenas (aunque mañana salen a la venta las entradas dudo seriamente que me moleste en sacarlas), en el dibujo de una sonrisa que se convierte en mueca (cansada de fingir una serenidad que está a años luz de mí). Pese a que sé que tomé la decisión correcta y elegí esto (suena Jorge Drexler de fondo a ritmo de zamba... en tren con destino errado se va más lento que andando a pie) sigo sintiendo que llegué demasiado tarde y que probablemente no sea yo quién tenga derecho a lamentarme, pero estoy demasiado cansada y sola y triste y abandonada... sin tener ganas de escribir cosas como ésta.

Me gustaría salir a la calle y gritar, descolgar el teléfono y hacer una encuesta entre todos los que me conocen, tal vez lo hagan mejor que yo, ¿por qué a mí?, ¿por qué así?, ¿qué hago mal?, ¿acaso soy selenita o provengo de otra galaxia?, ¿tan diferente soy (o me creo) al resto?, ¿por qué nunca me conformo con nadie ni con nada?. Tan vulgar, apagada, normal, con tan poca fe y apenas abrazos... por qué a mí me cuesta tanto todo eso que le resulta tan (aparentemente) fácil a los demás.


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