domingo, agosto 09, 2009

Decembers of love



"... well lucky you to have me by your side
never would you know never could you decide
taking my hands as your own, cover it in gold
leave me for a moment and I watch you grow old."


Imogen Heap


Este ha sido, está siendo, el fin de semana del Descenso, de "les piragües", del "Asturias entera está de borrachera". Cita ineludible todos los primeros sábados de agosto de mi infancia frente al televisor, en La 2, cuando aún no era La 2, sino la segunda cadena de dos. Años después, muchos, la viví por primera y última vez en persona. Una y no más, Santo Tomás (y no precisamente el de Aquino). Una deuda de 20 euros, el último trago de ron y mensajes intempestivos de un guapo zamorano siempre de paso del que no recuerdo su nombre pero sí su sonrisa fueron el saldo final de aquellos tres días en inmejorable compañía (de ésta, en cambio, sigo recordando su nombre, su sonrisa, sus rizos y hasta a Erich Fromm).

Cuentan las crónicas que ha sido el más rápìdo de la historia, supongo que la abundancia de agua en el río Sella ha tenido algo que ver. Bajo un auténtico aguacero y no sólo de monteras piconas. Ríos de alcohol y el inevitable tren atestado de autoridades en busca de una foto. Pero yo he acabado por odiar las aglomeraciones de gente y me decanto por las más modestas y si me apuran más auténticas, romerías o "fiestas de prao". Con su misa de doce con gaita y tambor, irrumpiendo el "Asturias patria querida" antes (¿o es después?) de la consagración y su "puya'l ramu", en peligro de extinción, las verbenas al ritmo de la orquesta de medio pelo de turno nunca antes de las doce y su letanía de pasodobles y cumbias, sin que nunca falte "Ni más ni menos" (¿Los Chichos?), ni la Lambada (¿alguien se acuerda de ella?).

Supongo que fue el "orbayu", la oscuridad del día, el gris perlado del cielo o el verde que emborracha el que me hizo cambiar mis planes de sábado por la mañana y acabé en la piscina olvidando que los sábados de verano abren más tarde de lo habitual. En días así me gusta la calidez del agua y la soledad de unas calles sólo para mí y cuando me encontré con el cartel en la puerta con el cambio de horario, una hora de adelanto, en lugar de regresar a casa con lo puesto y desistir, decidí mal perder el tiempo durante esa hora para regresar, y cómo no, me fui de compras. Siendo lo peor que se puede hacer exactamente eso, entrar en un supermercado sin tener nada que comprar (la única tienda abierta a esas horas). El resultado: chocolate blanco, una nueva debilidad, brownies, helado de dulce de leche y croissants. Si bien es cierto que también metí en la cesta pan integral, lo cual no tiene ningún mérito, me encanta el pan integral, un melón, ídem y yogures desnatados, no noto ninguna diferencia con el resto. Como es obvio tuve que volver a casa para al menos meter en el congelador el helado y cuando regresé a la piscina, ya abierta, tuve al menos un cuarto de hora para mí sola y por mala fortuna no estaba ese monitor apodado "El Duque". Sí, lo han adivinado, por su parecido físico con un tal Duque de una serie que nunca he visto pese a la sugerencia de su título, "Sin tetas no hay paraíso". Me temo que tengo de lo primero y que los únicos paraísos que me interesan son los terrenales. Y sí, es terriblemente guapo, aunque para mi modesto gusto le sobran tatuajes. Pero en esta ocasión no hubo suerte y mis largos sólo se vieron interrumpidos por una media docena de padres y me refiero a la parte masculina de los progenitores, acompañados de su prole. Desconocía que la piscina municipal fuera territorio paterno-filial a esas horas de un sábado por la mañana, como lo son los laborables, a eso de las siete de la tarde, para las madres acompañadas de sus hijos.

En resumen, mi rutina del sábado se vió alterada, la limpieza pseudo-general autoimpuesta se vió mermada y cuando por fin la terminé pude sentarme en el sofá con mi coca-cola semanal. Me estoy quitando y sólo bebo una a la semana. Realmente ahora que lo pienso ya no sé qué me queda, no fumo, no tomo café, ya ni bebo coca-cola ni me acuesto con hombres y no tomo alcoholes destilados. Que fuera light y sin cafeína sólo fue fruto de la más infausta casualidad, fueron compradas por encargo, mío, y debió de haber una mala transcripción en el post-it de color de amarillo.

Parte de la rutina de sentarse con la coca-cola tras la limpieza es poner música a todo volumen, bailar y evidentemente cantar a voz en grito camino de la ducha. Cuanto más inconfesable mejor, léase Raphael, Raffaella Carrá, Paquita la del Barrio, Los Tigres del Norte, Intocable y un largo etc... aunque esta vez tocó Demasiado corazón, homenaje póstumo a Willie de Ville, y aclarado queda que su música en absoluto era y es inconfesable. Acabando por encender la tele y toparme por casualidad con la retransmisión a punto de finalizar del Descenso del Sella en la TPA (la televisión autonómica del Principado de Asturias o lo que es lo mismo, "Todo por Areces"). Por extraños motivos no hice zapping a medida que el periodista se despedía y comenzaban a desfilar los créditos, nombres de cámaras, técnicos de luces y sonido y todo un sinfin de profesionales que supongo lo habían hecho posible. Envuelta en una especie de mantra sin sentido me dediqué a leerlos. De repente apareció un nombre seguido de su correspondiente apellido. Por escasos segundos dejé de ser yo y me recordé a mí misma cuando todavía era yo. Y recordé un anillo. Apagué la tele y seguí cantando...

"Every morning I'm broken
Every day I die
Every night I weaken
And every night I cry
Standing in the rain
In the street outside
Running down my face
Tears in my eyes..."


Para llevarte a vivir


De lo dicho sin pensar, de lo que callo y no digo
de las cosas por pasar, de las trampas del azar,
de las cartas del destino.
Tengo un lápiz colorao con un librito guardao
para escribirlo contigo.

Si la suerte inoportuna te jugara una encerrona,
si no hay salida ninguna,
si la gracia y la fortuna se apartan de tu persona,
tengo un farolillo verde por si de noche te pierdes
y la luna te abandona.
Tengo la rosa de Oriente,
el oro del sol naciente y lo que quieras pedir.
Tengo el mapa del tesoro, tengo el Palacio del Moro
para llevarte a vivir, para llevarte a vivir.

De todo lo que besé no doy beso por perdido
pa’ que me vuelva a morder con la locura de ayer
tu boca contra el olvido.
Guardo un beso de reserva para rodar por la hierba
cuando te vengas conmigo.

El sur que te prometí tiene al sur otra frontera,
las cuerdas de mi laúd siguen buscando la luz
más al sur de la quimera.
Tengo una playa desierta y una calesa en la puerta
para lucirme a tu vera.
Tengo la rosa de Oriente,
el oro del sol naciente y lo que quieras pedir.
Tengo el mapa del tesoro, tengo el Palacio del Moro
para llevarte a vivir, para llevarte a vivir.

Javier Ruibal



P.D. Sigue lloviendo en un domingo iluminado por la luz del sur que se mece en la voz de Javier Ruibal, resonando en todos los rincones de la casa mezclándose con las risas y los descubrimientos de la mejor compañía que una pueda imaginar.

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