martes, noviembre 03, 2009

Persiguiendo estrellas


Acaba de llamarme Sal. Fiel a nuestra cita telefónica casi diaria desde hace unas pocas semanas. Cita que ella se ha autoimpuesto y me ha impuesto a mí, obvio, cuando yo ya había contado todo lo que tenía que contar y no quería seguir contando.

Diariamente chequea mis idas y venidas, mis horarios: a qué hora saliste y a dónde y a qué hora regresaste y dónde estuvistéis. Hace sus cálculos y previsiones, expone sus asombros, ¿en el museo de las anclas viendo romper las olas a las nueve de la noche de un domingo y bajo el temporal? (tú nunca cambiarás) y sus dudas y sin embargo certezas, todos los hombres, y las mujeres, quieren y desean lo mismo... si no se acuesta contigo, qué busca de ti, como si para lo único que pudiera servir yo es para un polvo, aunque mi historia me demuestre que yo valgo justo para todo lo demás. Como contaba Fiebre en su post más reciente, a mí me han llamado de todo, y casi siempre bueno, pero sexy, que yo recuerde, sólo una vez. Eso sí, creo firmemente que era sincero y no me hubiera importado en absoluto que en tantas ocasiones, en lugar de alabar mi sensibilidad, mi abrumadora sinceridad, mi inteligencia, mi dignidad o mi saber estar me hubieran pedido perder los modales.

Ella opina que me equivoco y autoflagelo a partes iguales. Que pierdo el tiempo perdiendo el tiempo con alguien que no va a darme lo que quiero. Dice que ya tengo edad para abandonar el prototipo de mujer que se enamora de los hombres con sus defectos, no pese a ellos, como hace ella y las que son como ella. Ella es de las de "te quiero cariño, ya te cambiaré", y yo, siempre, según sus palabras, bueno, a mí no sabe donde encuadrarme, si en el de simples tontas o en el de tontas redomadas, y tiene dudas porque no acaba de creer que lo que le cuento es cierto, que nos sentamos cada uno en una esquina de su sofá bebiendo zumo de naranja, omito el vodka, y desarreglamos nuestras respectivas vidas, que no la cama. Que obviamos la piel, y no por falta de ganas.

Atracción fatal



Supongo que estoy siendo injusta con P. Ciertamente, como dirías tu, probablemente sea de excesiva presunción por mi parte verlo así. No sé hasta que punto me gustaría ser efectivamente injusta, eso significaría cuando menos que a él le afectaría que yo lo fuera. No tengo claro que quiera serlo en todo caso, ni siquiera que pueda serlo. Aunque lo sea o yo así me sienta, tampoco sé si algo así le fuera a importar en este momento, más allá de un herido mal entendido orgullo.

Intento un ejercicio de empatía. Me pongo en su lugar y salgo perdiendo. Tampoco me supone un gran esfuerzo. Es posible estar en dos orillas a un tiempo. Aunque lo único que yo quiero es cruzar a la otra orilla.

Fantaseo demasiado últimamente. Cuando me monto en el coche y enfilo la autopista y suenan Loquillo o Chopin. Caigo en el error de autopreguntarme, qué hubiera pasado si me hubiese adelantado, si me hubiese dejado guiar por la intuición, si aquella noche no me hubiese ido (yo y mis siempre llego tarde y a deshora, siempre alguien esperándome para desearme unas buenas noches). Es un ejercicio inútil que tan sólo me lleva a las lágrimas. Bien sé que nada hubiera cambiado. Bien sé que todo va cambiar en cambio ahora y probablemente yo no esté preparada. Me duele, pero es mi 'business' y tú lo aceptas pero no miras para otro lado, y eso duele más. Y yo sólo siento que mi vida se me escapa a toda velocidad, que sólo me queda el reflejo de un espejo retrovisor.

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