martes, septiembre 28, 2010

Macht die Musik von damals nacht...




A. es mi compañero de fatigas laborales. Lo de fatigas es un decir, pero no crean, que los funcionarios aguantamos lo nuestro. Por ejemplo esta mañana no menos de cinco minutos de improperios de todo tipo y condición, aunque finalmente acompañados de una disculpa: Ya sé que la responsable no eres tú, mocina, pero se me calienta la lengua y... No, el responsable es mi jefe, que para no perder la costumbre me pide que sea yo la que llame al usuario en cuestión y le explique educadamente la situación, que viene a ser que o presenta de una puta vez los papeles (es que he decidido comenzar a decir tacos) o se le da de baja.

A. en realidad no se llama A., aunque eso poco importe, y menos los motivos del apodo. Nuestra relación al principio fue francamente complicada, básicamente porque él se comportó conmigo como un auténtico hijo de puta (ya he advertido que iba a comenzar a decir tacos), al margen de que sufre una desagradable tendencia hacia la misoginia. Pero yo, aunque no siempre lo parezca, tiendo a ser una persona tolerante, paciente y cordial, y si tú me tratas mal, ni modo, no verás en mí más que el espejo en el que se refleja tu propia cobardía. No digo que sea un método infalible, pero a veces funciona. Este fue el caso. Casi dos años después distamos bastante de ser amigos, pero al menos somos capaces de mantener cierto nivel de conversación y hasta nuestras bromas privadas. Nuestra relación no pasa de cordial, pero tampoco traspasa la línea de la falta de respeto y la mala educación sobre la que él bailó durante meses, y creo que como poco he conseguido ganarme su respeto, que me pidiera disculpas y esta mañana me regalara una canción.

Suelo decirle que la música que él escucha me hace vomitar, directamente. Su grupo de referencia es la ELO y se muere por el rock sinfónico, aunque confiesa que en su juventud (es de edad imprecisa, lo mismo tiene 30 que 45), lo suyo era el heavy metal más extremo, pero no, ni por esas despierta mis simpatías (ya confesé en más de una ocasión mi debilidad adolescente por las melenas, los pantalones pitillo y las chupas de cuero).

Así que en esas estábamos, mostrándome su último fondo de escritorio, no sé qué pamplinas de "El mago de Oz", otra de sus incomprendidas fascinaciones, cuando de repente saca su mp4 y me pide que escuche una canción, que seguro me gustará. Que parece ser MClan ha sacado un nuevo disco y yo debo de tener pinta de que me guste MClan. Pero va a ser que no, y es la segunda vez en esta semana que digo lo mismo, que a mí lo único que me gusta (y mucho) de MClan, es Carlos Tarque. Lo más sexy que ha parido el rock español disculpando a Calamaro (que al fin y al cabo es argentino) y a Mike Ríos (juraré no haber dicho esto). Tengo  que puntualizar, que parece ser, como ya anticipaba Enrique Urquijo (cómo explicar que me vuelvo vulgar al bajarme de cada escenario), que lo de pose sexy y desmelenada sólo es arriba, encima del escenario; que Nebroa lo confirma, que es un esgarramantas en toda regla (gracias Cactus por la palabra). Y ahora creo recordar que la lió parda hace algunos años en un pueblo con mar después de un concierto, la policía local de Gijón se las vio y se la deseó para reducirlo.

Pero A., no ceja en su empeño, y busca y rebusca entre su lista de canciones hasta dar con la que según su criterio hace juego conmigo, y de pronto dice muy ufano que con lo macarrilla que soy yo, a veces, matiza, y sólo musicalmente hablando, vuelve a matizar, y lo mucho que me gusta Springsteen, ésta no puede fallar. Esto me recuerda que este fin de semana, la parte femenina de los madrileños me dijo a modo de disculpa que ni yo pedí ni necesitaba, que ni se les había ocurrido preguntarme si hubiese o hubiera querido ir a ver a U2... porque como a mí sólo me gusta Bruce Springsteen... en fin... que el pobre alma de cántaro, no dudo que con la mejor de sus intenciones y su sonrisa más ensayada, me pone una canción de Carlos Goñi... a mí, Carlos Goñi, si es que...

Y yo que siempre sospeché que él y mi amiga Sal hubiesen hecho buena pareja, encuentro la señal definitiva.

Sal adoraba a Carlos Goñi, tenía (y supongo que aún conserva) todos sus discos y acudía a todos los conciertos (y a mí arrastrándome con ella). Hasta llegaba a encontrarle atractivo, y por ahí si que no podía pasar yo. Pero como era un quid pro quo, y para la próxima, que por cierto nunca llegaba, te debo una; allí estaba yo sabiéndome de memoria eso de que era tan sólo amor...

Y la ocasión llegó, quién me lo iba a decir, con las fiestas de mi pueblo. Durante una breve legislatura el ayuntamiento decidió tirar la casa por la ventana y situar a esa insignificante y absurda villa en el mapa de las giras de los grupos esos que suenan en los 40. Un año trajeron a Amaral, allá fuimos Sal y yo; otro a Victor Manuel, que tampoco es que tenga mucho mérito, que al fin y al cabo es del pueblo de al lado; otro, cómo no, a Revolver, y de nuevo en primera fila estaba Sal, y yo a su lado. Y por última vez, cuando ya el presupuesto municipal debía flojear y antes de consagrar los escenarios a los grupos locales (algunos incluso hasta dignos, otros no tanto, ejemplo del primer caso "La Col.l.a Propinde"; del segundo, por qué no decirlo, "Mokomitas"); decidieron traer a un tal Elliot Murphy, teloneado por unos tales "Stormy Mondays", y yo, yo vi la luz... y ésta me la debes.

En realidad tampoco tenía mucho mérito. Uno de los chicos de Jorge Otero, entonces, era paisano, el mismo que tuvo sus 15 minutos de fama, al menos aquí, con su "Asturiano en Madrid". Supongo que en tiempos de tanta 'leyenda urbana', la canción tenía su gracia, aunque yo nunca se la encontré. Siempre me gustaron más las "Leyendes urbanes" de Toli Morilla.

Y en una fría noche del mes de octubre, con Sal a mi lado con los morros llegándole al suelo, tuve el honor y el privilegio de ver a Mr. Elliot Murphy encima de un escenario acompañado del guitarrista francés ése tan guapo cuyo nombre no recuerdo nunca.

Obviamente estábamos cuatro gatos mal contados, y dos éramos nosotras, una de las cuales, Sal, no dejaba de preguntar qué coño hacíamos allí y quién eran esos tipos que ni siquiera cantaban en español... Los teloneros, Sal, los teloneros... lo bueno viene luego. Y cuando por fin aparece Elliot Murphy, Sal, cuyos morros seguían arrastrando el suelo, me dice que es imposible, cómo va a estar Tom Petty encima de un escenario en esta mierda de pueblo. Cuando le explico que no, que no es Petty, sino Murphy, Elliot, ella ni me escucha, está demasiado obnubilada por la presencia del guitarrista ése francés tan guapo, cuyo nombre nunca recuerdo, y que ella, creo, aún no ha olvidado.

Así que pese a todo aguantó estoicamente y cumplió con creces su promesa de que la próxima me tocaba a mí. No está mal, un concierto de Elliot Murphy a cambio de cinco de Revolver, uno de Maná, tres de Sabina, dos de Duncan-Dhu...

Aunque la que se fuera acompañada a casa esa noche, fuera ella...





P.D. Elke Sommer y Sharon Tate

Quisiera que alguien me esperara en algún lugar



Le robo el título a Anna Gavalda. Le tenía muchas ganas a ese libro, y hoy por fin lo he secuestrado en la biblioteca . He leído no más de cinco páginas de su primer relato (Pequeñas ocupaciones germanopradinas) y ya he caído rendida a sus pies...



"[...]Que os conmuevan con esas veladas prometedoras, esos hombres que os hacen creer que están solteros y un poco tristes.[...]


-[...]Me preguntaba si aceptaría usted cenar conmigo esta noche...

-[...]Pero al verla alejarse, me he dicho: no puede ser, me cruzo con una mujer en la calle, le sonrío, ella me sonríe, nos rozamos y vamos a perdernos... No puede ser, de verdad, es demasiado absurdo."











P.D. Viveca Lindfors





[Alguien me dice que los crisantemos tocan a muerto... pero los crisantemos son otoño, y como todos ustedes bien saben, las cosas buenas, de verdad, de la buena, siempre suceden en otoño]

En ocasiones es complicado esconderse detrás de una máscara y llega el momento de cambiarla.




Se habla y se comenta en un lugar ajeno del amor y de las costumbres. Yo afirmo que no me importaría que alguien se acostumbrase a quererme. Y alguien dice que vale, pero que eso no es lo mismo que quererte por costumbre. Puede que ciertamente no lo sea, no he vivido ninguna de esas dos situaciones, y en todo caso lo que para unos puede ser rechazable, para otros es bien recibido. Como no tengo nada... tener algo, aunque sea rutina, ya es un principio... parece ser.

Pero no, ¿qué significa exactamente tener algo o nada?, ¿qué entendemos por rutina?, ¿por costumbre? Al margen de que crea firmemente que están infravaloradas.

Yo he tenido mis pasiones, unas cuantas, bastantes, suficientes. Me he subido a la noria y esta a comenzado a girar a vertiginoso ritmo, hasta que sonaba la sirena y tocaba bajarse sólo para iniciar otro viaje subiéndose a ella de nuevo... Pero no he tenido un amor. Alguien que te espera a la salida del trabajo o que le roba diez minutos a éste para compartirlos contigo en cualquier esquina. No he compartido noche tras noche la misma cama (aunque a fuerza de costumbre prefiera dormir sola), sin tener que levantarme de madrugada; siempre ésta convertida en objeto de deseo. No he paseado, sencillamente a su lado, sin que haga falta cogerse de la mano y todas esas cursiladas, sólo sintiendo que está ahí y que no hace falta decir nada. Compartir un periódico y no tener que ocultar las cicatrices... Ser yo, simplemente... pero al lado de alguien.

Se trata sólo de eso, de haber elegido el nada, no de tenerlo. De haberse encaprichado con un sueño, chiquito, y no querer otro que no sea ése. De ser tan ilusa de seguir soñando y llegar a un estado de atrofia, no sé si emocional, pero sí al menos sexual; de ignorar completamente las señales, que sí, que me llegan, y que yo rechazo sistemáticamente. Aunque ése sea el mejor amante del mundo, cosa que en todo caso me permito dudar (sería complicado calibrar dónde se establece la excelencia en cuestiones de sexo). Aunque él me conozca tan bien que sepa exactamente que pulsiones tocar, su mano ha recorrido muchas veces el camino bajo mi falda. Aunque sepa que tú siempre has querido acostarte conmigo y yo siempre de la impresión de que no me doy cuenta y nunca hayas tenido el valor de decírmelo. Y tú, que sí lo tuviste, aunque tan sólo fuera porque yo te dije previamente que tenía ganas de follar esa noche, con cualquiera, incluso contigo; e incluso el de más allá, que tampoco ha dicho nunca nada y yo siga recreándome en mi presunta ignorancia. Aunque conseguir un polvo no especialmente horrible sea tan fácil, probablemente demasiado, con cualquier desconocido aparente en una barra de bar cualquiera una noche cualquiera. Aunque pueda descolgar el teléfono y deciros a ambos que ya está bien, que hemos esperado demasiado tiempo, tal vez años, que ha llegado el momento de explorar nuestros sexos o pueda llamarte a ti y decir que arranques el coche, que yo ocuparé el asiento trasero. Aunque sepa que el deseo es un arma poderosa y durante demasiado tiempo fue el que movió mis hilos convirtiéndome en marioneta, en barro moldeado a su antojo. Aunque pudiera decir aquí y ahora todas las presuntas depravaciones sexuales a las que me he sometido o me sometería. Aunque lo único que me apetecería hoy es colgar mi número de teléfono y que mi contestador se llenara de mensajes obscenos. Aunque ya decía Panero que no es tu sexo lo que en tu sexo busco... aunque contigo no me importaría hacer una excepción.





P.D. June Allyson

Lo peor no es el miedo, sino el entusiasmo que se esconde tras el miedo



Alguien me preguntaba hace poco dónde se acababa el personaje y dónde empezaba la persona, o al contrario, aunque creo que esto no viene a ser lo mismo. Y otro alguien, aún más recientemente, se escandalizaba por ciertas cosas escritas.

Cualquiera que escribe de forma pública tendrá sus motivos, que puede que no difieran tanto los unos de los otros. Por lo general elegirá un tema. Unos hablarán de cine, otros sobre la reproducción del berberecho salvaje y otros sobre sí mismos, o al menos una parcela de su vida. Creo que era Pérez Reverte el que decía ayer en 'El País' que lo bueno de la ficción es que te permitía hablar de ti mismo disfrazándote, distanciándote de lo que cuentas, partiendo de lo real hasta que todo parezca mentira o todo lo contrario.

Yo soy yo, la persona que en sus aburridas mañanas laborales (y algunas tardes) aquí escribe. Tengo un nombre y dos apellidos gemelos, y si me vieras por la calle no me reconocerías. No llevo la tristeza, ni la soberbia, ni la amargura escrita en la cara. Me levanto todos los días al son del despertador, desayuno a veces, me lavo el pelo a diario, me corto las uñas y hasta me pinto las de los pies. Le doy los buenos días al portero y tengo un sueldo a fin de de mes, una hipoteca y hasta un coche que me trae y me lleva. Tengo mis días, mis sonrisas, mis afectos y mis sueños. Mis tristezas, como todos, y mis filias, imagino que igualmente como todos vosotros. Un sentido del humor bastante retorcido, puede que parezca más seria de lo que realmente soy. Soy insegura, hipertímida, mido 175, tengo el pelo rizado y aunque no sería nunca Miss Universo, tampoco me llevaría el primer premio en el concurso de aspirantes a Miss Fea en las fiestas de mi pueblo.

Yo sé lo que cuento, por qué lo hago y a quién me dirijo. En el caso de que haya motivos o destinatarios, que no siempre. Y a veces digo tacos, sí, aunque allá fuera raramente lo haga. Porque parece que es terrible que haya dicho que quiero chuparte la polla en la última fila de un cine, o que me masturbo y he fingido orgasmos. 'Cómo te gusta provocar', me dice alguien. Y no, nada más lejos de la realidad. Más provocación es contar ciertas cosas que he contado sin decir, más provocación es decir que echo a alguien de menos (incluso a mí misma). Simplemente cuento lo que me da la gana, porque me da la gana y porque tengo en ese preciso instante ganas de contar lo que cuento y me importa menos que nada lo que tú, o él, o ella, o vosotros, penséis de mí.

Algunos de los que por aquí pasan me conocen, por muy distintos y variados motivos. Conocen a la persona real, a la de carne y hueso. A algunos les caeré peor, a otros mejor; cada uno se habrá formado su propia opinión sobre mí, sobre la persona real, la que está delante, o detrás, según se mire; porque lo primero que se hace, que se establece, es una línea divisoria; lo que aquí está escrito, acá se queda, no cruza esa línea. Yo soy esto, pero no sólo esto. Sería demasiado fácil sólo ser un personaje, demasiado atractivo... y muy aburrido.

El anonimato, hace mucho tiempo perdido, es lo que tiene. Ya lo conté hace tiempo... cómo dije, cierto: "estoy atrofiada emocionalmente, soy frígida, asexual y anorgásmica, torpe, patológicamente tímida, egocéntrica, envidiosa y un poco idiota. En definitiva, una inadaptada social..."

No, no estoy orgullosa de ello, simplemente lo asumo... y si estoy luchando por cambiarlo o mejorarlo no es algo que sea de la incumbencia de nadie, y ni mucho menos éste es el lugar para contarlo.

Todo lo demás... está en los libros. Y para las quejas y reclamaciones:

daeddalus@gmail.com


A veces, sucede... otras, nos quedamos en el intento (o simplemente con las ganas)





No he pedido empezar mejor la mañana, recibiendo una estupenda noticia laboral. En realidad es más posible que probable, pero menos es nada. Y como mañana no trabajo, aunque no haga huelga, tengo el día libre por otros motivos, no sé, no sé... algo habrá que hacer, que puede que llegado el momento no tenga nada que celebrar.


P.D. Glenda Farrell

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