lunes, diciembre 13, 2010

Juzguen ustedes, pero yo llevo años y años defendiendo que ésta es una preciosa 'lullaby' (me encanta la palabra en inglés), aunque todos me tomen por... en fin, por una tipa más rara de lo habitual, si esto fuera posible... y sí, es Pony boy



Y aunque hoy debería ser un día dedicado por entero al gran maestro Morente y no hay una sin dos, y no hay dos sin tres y cada vez que escucho Pony boy me acuerdo de esto...






Y cada vez que me acuerdo de esto me acuerdo de lo otro...


Habitando la escarcha, que alguien me dijo una vez que es la que incendia los labios, aunque ahora simplemente se dedique a colarse entre las grietas envenenándolo todo de violetas, que ya saben, es el color de mi olvido




De vuelta al trabajo, casi deseando, sólo casi, que por fin llegara el lunes y la rutina laboral tras más de una semana de ausencia. Dos malas noticias nada más entrar por la puerta, una relacionada con la enfermedad reciente de un colega y otra con mi mismidad, aunque la segunda sea pasajera y nunca comparable a la primera.

He dormido fatal, de nuevo, aunque no debido a insomnios y duermevelas, simplemente ritmos cambiados tras una semana de acostarme demasiado tarde y levantarme igualmente demasiado tarde. Así que anoche no había sueño que conciliar pese a las muchas vueltas que di en la cama, y la lectura, hay libros tan maravillosamente bien escritos que te atrapan de tal modo que es difíicil desprenderte de ellos, tampoco ayudó. Vanos esfuerzos, pese a todo, y es lo que tiene esa situación de estar con los ojos abiertos como platos en una madrugada de domingo a lunes, que una no se libra de la sensación de que al día siguiente todo tiene que cambiar, que esta vez sí, que este lunes será el bueno, será el comienzo de una semana en que tomaré por enésima vez las riendas de mi vida, en la que pasará algo que cambie mi suerte... ya saben, no hay madrugada o tarde o noche de domingo en el que no confabule conmigo misma, mi pasado, mi presente y mi futuro. Y en la que no eche la vista atrás y recuerde y rememore y reviva, aunque para eso no necesite demasiadas excusas ni que sea domingo por la noche y no pueda dormir; aunque ésas sean circusntancias propicias a las ensoñaciones.

Y miro a mi izquierda, al lado izquierdo de mi cama siempre o casi, vacío. A la pila de libros que por momentos aumenta reposando sobre unas revistas y éstas, a su vez, sobre una silla. Al lado derecho, el más cercano a la puerta, el mío, hay una mesilla de noche. No me gustan los dormitorios con una cama y dos mesillas gemelas una a cada lado, así que compré sólo una, la coloqué a mi lado, y temporalmente coloqué una silla al otro hasta que decidiera qué colocar ahí. Me gusta esa silla y el efecto que hace travistiéndose de mesita de noche, y me gusta el efecto de los libros; en el lado izquierdo, el más cercano a la ventana, el que casi nadie ocupa.

Siempre pienso que si alguien viene a dormir debería quitar los libros, o al menos disminuir esa doble torre de vocales, consonantes y frases hiladas hasta una altura que no suponga un peligro para la integridad física del que eventualmente duerma a ese lado. Pero nunca lo hago y es más, sigo aumentando su número. Las escasas veces que alguien lo ocupó, pues qué decir, no me preocupó lo más mínimo. Y no, no es que me haya convertido de pronto, o tal vez es que siempre lo he sido, en una sociópata que no le importa que el amante de turno se descalabre cuando le caigan encima; aunque imagino pocos accidentes tan poéticos, y nunca mejor dicho, que abrirse la cabeza con poemas de Alejandra Pizarnik, Antonio Gamoneda, Jaime Sabines, David González y Xuan Bello, entre otros; y un par de novelitas de Somesert Maugham compradas en un mercadillo por un euro el tomo.

Ni siquiera aquella vez se me ocurrió quitarlos, y lo pensaba anoche. Sí, lo sé, fíjate de lo que me estoy acordando ahora. Y es curioso, porque cuando pensaba en ello, entonces, e imaginaba cómo sería, nunca pensaba en ti y en mí en esa cama con ideas o sentimientos o pulsiones o lo que fueran, erótico-festivas. Me veía, o nos veía, hablando de esto y de lo otro, y tal vez retirando uno a uno los libros y leyendo entre medias algún manido poema de Luis García Montero, sin duda de "Completamente viernes"; y probablemente te descubriría a David González, que te hubiera gustado y seguro no conocías, y te leería algo de Xuan Bello, tal vez eso que cuenta en "Paniceiros", que los de Buelles son franceses. Sí, no deja de ser curioso, que pese a todo... no sé, alguien ayer me hablaba de encontrar la dosis exacta entre ternura y pasión y yo le replicaba que últimamente ando sobrada de pasiones y muy falta de ternura, justo al contrario que entonces. Tal vez sea el momento de encontrar el equilibrio de nuevo, sí, tal vez...


P.D. Greta Garbo y John Gilbert en "Flesh an the Devil"

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