lunes, diciembre 20, 2010

La vida mancha, dicen algunos. Aunque la mayor parte de las veces, sólo tiñe, de azuloscurocasinegro, obvio...




Estaba pensando que otros años, a estas alturas, ya había enviado tropecientas felicitaciones navideñas, manuscritas, vía email, personalizadas, copia oculta, cursis, ñoñas, llenas de buenos deseos, propósitos y parabienes... y este año no he enviado ni una sola. Ni siquiera he comprado el décimo de lotería del número que se juega en el trabajo, ni he probado el turrón.

Me gustan las navidades, me sigue gustando la Navidad, aunque por momentos no lo parezca. Y te deseo una feliz Navidad... aunque no vaya a decírtelo y por tanto no tengo porqué ser original.





"Me armé de corazas hasta los dientes
y de eso que llaman valor de héroe
para no amainar el paso hacia una meta
en la que nunca me empeñé.
Después de caer setecientas veces
logré que el contrario perdiera un poco el pie
y en vez de sentirme henchido por la hazaña
me preguntaba porqué
para responderme: no lo sé.

Todo es mentira menos tú
y si lo fueras, te lo suplico, miénteme,
bésame y dime: todo es mentira
menos tú.


Me quise creer algunas promesas
que hablaban de cosas que había que cambiar;
la fe, que era escasa, apenas tuvo tiempo
de acercarse a algún altar.
Cambiaron las cosas pero al contrario,
siguiendo las reglas del juego malabar;
salieron de la chistera gatos rosas,
grises, malvas, a cazar
al primer ratón dispuesto a hablar.

No sé que sentido tiene la vida
ni que coincidencia separa el bien del mal,
no sé si este cuerpo que me encierra nace
de algo más que un mineral.
De lo que no tengo ninguna duda
es de que cometo el pecado original
cuando cada noche el cuerpo que me ofreces
no es una estatua de sal
sino el paraíso terrenal".



P.D. Christmas in Connecticut

Como en la canción de invierno y de verano de Ángel González, nos ¿quisimos?, pero jamás en el mismo día




Esto viene a ser como lo de los zapatos que me puse esta mañana. Los tengo desde hace por lo menos cuatro años y los habré puesto una media de tres veces en estos últimos cuatro inviernos.

Me hacen un daño insoportable, y lo sé y lo asumo. He probado todos esos trucos inútiles, absurdos y caseros, que pasan desde aplicarles crema hidratante a meterlos en el congelador, aun sabiendo que no funcionan y seguirán doliéndome los pies cuando me los quite. Pero siguen ahí, en un lugar privilegiado de mi armario, porque lo nuestro fue un flechazo instantáneo, fue verlos y saber que tenían que ser míos, aunque nada más divisarlos y enamorarme de ellos, incluso antes de probarlos en la tienda, mucho antes de pasar por caja y llevármelos a casa, supe que eran de los que harían daño y que eso nunca tendría remedio.

Podría deshacerme de ellos y así evitaría la tentación de sacarlos a pasear una vez al trimestre cuando llega el otoño, pero una, empeñada en que las cosas buenas suceden entonces, no se rinde, y tras una noche en el congelador, vuelvo a lucir su animal print, y todas en la oficina se giran al verme pasar y hacen cumplidos de tan bonitos zapatos que lucen tan bien.

No importa que antes de llegar a casa tenga que pasar a comprar tiritas, porque son tan lindos... ni que vuelvan al armario hasta no antes de marzo.

Siempre estarán ahí, supongo.

Sí, va a ser como lo de los zapatos...






P.D. Veronica Lake y Alan Ladd

Y que después sea yo la que se considera la reina en el aparentar indiferencia


Copio y pego de un email recibido este fin de semana: tú estabas tan guapa que si no me gustases quizás hasta hubiese intentado besarte...




Para todo lo demás, Bruce y yo les deseamos feliz Navidad...







P.D. Bette Davis y Howard Hughes

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