miércoles, noviembre 30, 2011

A veces me cuesta mucho decirlo, expresarlo... que no sentirlo. Por esto tal vez lo demás no lo vean, no lo noten. Pero sí... y me gustaría gritarlo en todas las esquinas, a los cuatro puntos cardinales.




"Yo al principio pensaba que la vida era una de esas fiestas con piscina donde todo el mundo se baña desnudo pero alguien se queda vestido, o sea, yo. Pero últimamente he estado sintiéndome al revés: me había quitado la ropa, me había tirado al agua en bolas tan confiada y resulta que todos seguían vestidos, y alguno como mucho parecía dispuesto a venirse al agua conmigo pero con un superbañador bermudas o un bikini blanco. Así que me he largado, ¿sabes? O sea, no he vuelto a salir y he pedido una toalla y he puesto cara de pues qué buena el agua y aquí estamos. No. Lo que he hecho ha sido coger mis cosas, secarme sí, vestirme, pero luego coger mis cosas y pirarme; ahora voy por ahí con el pelo mojado y el verano en el cuerpo aunque nieve".


'Deseo de ser punk' de Belén Gopegui


     P.D. Myrna Dell 

martes, noviembre 29, 2011

We are dust in the wind



"Now I live my life in silence
Though I'm not quite in a shell
I drink and listen to that song"



'A Whiter Shade of Pale' "


Una vez quise ser Albania, vivir en la autarquía. Acabando por ser mi corazón el país más derrotado, porque el tiempo, ya se sabe, no respeta los deseos y se olvida de los sueños.



Una vez... pero de eso hace mucho tiempo.




P.D. Tuesday Weld 

jueves, noviembre 24, 2011

Haciendo memoria





Este lunes de mañana, de camino al trabajo, hablaba y recordaba un libro. Recuerdo ahora que en su momento hablé aquí de él. Recuerdo que tengo que llamar a Blancanieves, que seguro se alegrará de saber. Tengo que releerlo:


http://daeddalus.blogspot.com/2008/10/busque-las-siete-diferencias.html


P.D. Viveca Lindfors

Untittled



Aunque ahora todo sean rumores de ida y vuelta, bailes de fechas y ciudades, que Bruce saque nuevo disco y anuncie gira siempre es más que una buena noticia. Aunque lo mejor sea poder compartir esos conciertos, I hope, con el que sí fue la mejor de las noticias.


Sun 13 MAY - SEVILLA
Thu 17 MAY - BARCELONA, Estadi Olímpic

Fri 25 MAY - FRANKFURT - Commerzbank-Arena
Sun 27 MAY - KÖLN - Rhein Energie Stadion
Wed 30 MAY - BERLIN - Olympiastadion
Sat 02 JUNE - SAN SEBASTIÁN - Anoeta
Sun 03 JUNE - LISBOA - Rock in Rio [festival]
Thu 07 JUNE - MILAN - San Siro
Sun 10 JUNE - FIRENZE - Stadio Franchi
Mon 11 JUNE - TRIESTE - Nereo Rocco
Sun 17 JUNE: MADRID, Estadio Santiago Bernabéu
Tue 19 June - MONTEPELLIER - Park & Suites Arena
Thu 21 JUNE - SUNDERLAND - Stadium of Light
Fri 22 JUNE - MANCHESTER - City of Manchester Stadium
Sun 24 JUNE - ISLE OF WIGHT - Isle of Wight [festival]

Wed 04 JULY - PARIS BERCY
Thu 05 JULY - PARIS BERCY

Thu 12 JULY - VIENA - Ernst Happel Stadium
Sat 14 JULY - LONDON - Hyde Park [festival]
Tue 17 JULY - DUBLIN - RDS Arena
Sat 21 JULY - OSLO - Valle Hovin Stadium
Mon 23 JULY - BERGEN - Koengen
Fri 27 JULY - GOTHENBURG - Ullevi -


Como una es pobre de solemnidad habrá que conformarse con esas dos. 


P.D. Jane Powell, Ruta Lee, Julie Newmar, Nancy Kilgas, Betty Carr, Norma Doggett y Virginia Gibson en Seven Brides for Seven Brothers.

miércoles, noviembre 23, 2011

La vida sin usar







Una de las cosas buenas (o malas, según se mire) de escribir sobre las rutinas vitales es que pasado el tiempo es fácil echar la vista atrás y releer lo escrito si la memoria comienza a fallarnos. A mí me ha sucedido más de una, de dos o de tres veces; releyendo he recordado cosas, personas y situaciones que de alguna forma había olvidado. He revivido fantasmas cuyas cadenas ya ni ruido hacen al arrastrarse. He esbozado sonrisas aunque las más de las veces muecas forzadas por el pudor y la vergüenza. Me he indignado un poco, enfadado nunca.

Basta un rato perdido, como el de ahora, esperando una llamada importante. Elegir un día al azar, un mes, un año, tal vez una palabra, una canción o una fotografía. Puede ser retroceder un año y por ejemplo plantarse en el 23 de noviembre de 2010; o un día y dos meses, 22 de septiembre de 2011. Por poner dos ejemplos tontos, por ponerme contenta. Para perderse entre sombras una tarde de martes, un 26 de febrero de 2008 o recordar aquellas primeras naves ardiendo más allá del laberinto un 7 de julio de 2007. Para regresar a los sitios donde nunca he estado, para volver a Berlín en una mañana de domingo, un 20 enero de hace tres años, casi cuatro ya.

Y de pronto me he dado cuenta de que he escrito poco, muy poco, en este último año. Aunque no tema que los recuerdos creados estos doce meses pasados vayan a esfumarse como lágrimas en la lluvia. Si algo recordaré algún día, sin necesidad de palabras escritas, será todo esto.

En todo caso habrá que remediarlo.


P.D. Jeanne Moreau en The Lovers.

martes, noviembre 22, 2011

Si leyera esto le dedicaría una canción...





... y si le dedicase una canción no podría ser otra más que ésta:








Sigue lloviendo... aunque ya saben, el sol brillará... Y yo vuelvo a pelearme con la conjugación irregular de los verbos portuguses.




P.D. Mitzi Gaynor and  Hugh O'brien

Si me dijeran pide un deseo no elegiría un rabo de nube


No era 20 de noviembre, aunque podría haberlo sido. Día en el que comenzó todo, aunque no lo supiéramos. Aunque en realidad hubiese comenzado mucho tiempo atrás.


Sonaba Thunder road, pero podría haber sido cualquier otra. Drive all night, Racing in the street o Point blank. Cualquier canción lo suficientemente triste. Cualquier canción que justificase mis lágrimas.


Ahora toca salir a la calle y regresar a casa tras una infernal mañana laboral (mañana aún pese a que el reloj marca exactamente las 16:39). Llueve, y probablemente en una hora la noche haya caído casi tanto como los termómetros. Noviembre ha llegado y con él el mejor de los otoños.






Entonces ni siquiera estaba triste... o tal vez sí. Sólo un poco. Tal vez porque aún no he aprendido del todo a estar de otra manera.


Alguien me dijo una vez que mi olvido tenía el color de las violetas, como algunos amaneceres o tu mirada al fondo de un vaso de ginebra




No sé cómo acabamos allí. La ciudad entera se sumerge en la fiesta entre idas y venidas, conciertos varios y reencuentros, pero él me propone huir. Escondernos hasta de nosotros mismos, cómo si fuese posible, y acabo aceptando su propuesta, al lado del mar, al filo de la madrugada recorriendo los viejos bares, testigos de tantas de nuestras noches cuando aún creíamos en el futuro…

-“Las madrugadas son azules.” -Dice de pronto, tras un largo tiempo sumido en el silencio.

¿Azules?, ¿cómo tus ojos?, ¿cómo mi ginebra?, interrogo con la mirada (hay demasiado ruido).

Miro por encima de su hombro tras la cristalera que nos separa, aísla y protege del exterior. Está amaneciendo y la bruma se extiende sobre las inquietantes gaviotas que sobrevuelan las olas rompiendo contra el muro y pienso en cuál sería el color de mis madrugadas. Sin duda oscilaría entre el gris de los asientos traseros de mi coche y el rojo de su carrocería, el sombrío amarillo de las farolas iluminando la avenida donde me salto los semáforos y el lívido naranja de los besos con los que esa pareja, noche tras noche, se despide en la oscuridad del portal. Entre el violeta, color del que alguien me dijo se disfrazaba mi olvido y el azuloscurocasinegro en el que envuelvo mis sueños y deseos. Entre el verde desvaído con el que vistes tu mirada...  Decididamente mis madrugadas no son azules. Claro está que el daltonismo vital nunca ha sido óbice para nuestra amistad.



Da un último trago a su cerveza y se levanta sin decir nada. Simplemente coge la cazadora que reposa colgada haciendo equilibrios en el respaldo de la silla y con uno de esos autoritarios gestos, señas de su identidad, me indica que quiere irse y me invita, ordena más bien, a acompañarlo. También yo con un gesto, inútil echar mano de las palabras entre el volumen de música y conversaciones, le digo que se vaya, que yo me quedo. Se encoge de hombros, como diciendo “allá tú si prefieres quedarte sentada sola en un bar a las siete de la mañana”. 

Cuando llega a la puerta aún lanza una última mirada hacia mi rincón para comprobar, supongo, si sigo allí. Lo despido con un gesto. Conozco el segundo acto de la noche que ya ha dejado de ser noche y hoy no me apetece representar mi papel, son más de diez años ya, creo que va siendo hora de retirarme del escenario.







P.D. Alida Valli y Joseph Cotten en "The third man"

lunes, noviembre 21, 2011

The way we were


-"Estás estupenda, 
te has vuelto a dejar el pelo rizado"

-"Así es como lo llevo cuando puedo ser yo misma."

The way we were







Decía Carrie "Sex and the city" Bradshaw (y mucho antes que ella lo dije yo) que en el mundo había dos tipos de mujeres, las mujeres de pelo liso, y las mujeres de pelo rizado. Las primeras eran las que acababan por ser felices con tipos como Hubbel (Robert Redford en 'The way we were'-Tal como éramos). Él sólo quería ser feliz y encontrar a alguien que se sentase a su lado a ver 'Friends' y se ríese de los mismos chistes al modo de Tina "I can see Russia from my home" Fey. Y yo, en fin, yo era (soy) una chica de pelo rizado...

Y ni siquiera me gusta Friends.












P.D. Hedy Lamarr

(In)certidumbres

Me he cansado de escuchar barbaridades esta mañana. Y sólo son las 9:24.

Me he cansado de leer barbaridades en mi cuenta de correo a raíz de mi comentario “personas de segunda”.

Que digo yo que la gente tiene muy poco talante, pero muy poquito, ho… tanto unos como otros.


Y como lo único que quería decir ya lo han dicho por mí...





Entá nun sabes de mio más que los llabios

y la risa que pongo nos minutos cimeros de l’angustia.

Entá. Y tu duermes mientres too pasa, y nada queda de min,

y yo soi otra.

Nun tengo yá dioses, nin llibros que m’abeyen,

nin aquellos semeyos de cuando nenes

que tantes vegaes nos fixeron rir cola risa los tontos.

Nun tengo yá nesti día más que’l besu que me deas.


Certidume de Esther Prieto

viernes, noviembre 18, 2011

Corazones tan blancos


Durante mucho tiempo y fíjeseustedquétontería, yo me creí eso de que fútbol y letras eran incompatibles. Que la intelectualidad estaba reñida con la elección de uno o varios colores, aunque luego llegaran Ángel Kappa o el joven Marías a contradecirme. O leía a Camus, que llegó a jugar de portero en sus años mozos, que sostenía haber aprendido del fútbol cuanto sabía de la moral humana.

Asociaba el fútbol con una panda de jóvenes descerebrados más interesados en insultar al árbitro, al contrario o a la madre del que pasaba por ahí en busca de broncas, peleas y lo que se terciara. Con toda esa panda de progenitores energúmenos creyendo que tienen un futuro Messi o Cristiano Ronaldo por hijo, las afinidades son libres, que pueblan los fines de semana los campos de fútbol infantil amenazando a propios y extraños con toda suerte de improperios y amenazas, llegando incluso a las manos, que con estos ojos que se comerán los gusanos lo he visto. Con todos esos clásicos a pie de barra en el chigre o la sidrería de turno, fichando jugadores, despidiendo entrenadores, dibujando jugadas, sentando cátedra en definitiva sobre todo lo divino y humano; pinta de vino en la mano, culín de sidra va y viene; con un tono de voz, que pa’eso soy un paisano, cagun' mimanto, diez decibelios por encima de lo que sería razonable. Con esa especie en peligro de extinción sentada en la grada de hormigón, transistor en ristre y farias humeante, será por perres, ho, mentando a la madre de todos los árbitros que en este mundo son y han sido. Con todos los adoradores de José Ramón de la Morena, de José María García, de Pepe Domingo Castaño, con las tardes aburridas de domingo, con la inercia de la multitud, de formar parte de un grupo, de reconocerte en el contrario. Con una visión simplista de la vida, Madrid o Barcelona. Con rivalidades absurdas, provincianas y baratas, Gijón y Oviedo. Con toda esa gente pobre de espíritu, huérfanos de letras. Con personas de segunda, aunque militaran en primera.


[...]

P.D. Marsha Hunt

Todo sucede en domingo




Pertenezco a una generación en la que aún el fútbol era cosa de hombres. No recuerdo a mis compañeras de infancia dándole patadas al balón, preocupadas por conseguir la camiseta del equipo de turno o paseándose los domingos de la mano de su abuelo camino del estadio. Había reparto de tareas, de colores y de posiciones vitales. El fútbol era cosa de ellos. Habría que esperar a la adolescencia para que tímidamente, generalmente en forma de fotos pegadas en las carpetas, alguna que otra comenzara a sentir cierto interés, más que por el fútbol, por los futbolistas.

A día de hoy, supongo, mayoritariamente sigue siendo masculino aunque la presencia de mujeres en los campos sea notoria; sea habitual que las niñas le den al balón y hasta periodistas deportivas con méritos propios y no cara bonita, haberlas, haylas.

A mí no me interesó nunca el fútbol. Me crié en una suerte de asepsia futbolera sin abuelos, padre o hermanos enganchados los domingos al transistor que me transmitieran la pasión por unos colores. Curiosamente en mi casa la única que tenía una cierta y poco definida afición era mi madre. Aunque generalmente tan sólo se manifestaba cuando jugaba la selección española o en alguna final importante de lo que entonces se llamaba Copa de Europa, hoy Champions, y a poder ser con el Madrid de protagonista.

Por mi parte y a pesar de todo, en su momento sentí cierta debilidad impostada por el Atlético de Madrid. Que al fin y al cabo era el equipo de los perdedores y adictos a las causas perdidas. Más por pose, por tener algo de lo que hablar, por impresionar con unos conocimientos que no tenía al tipo de turno a cuyos ojos una chica que entendiera de fútbol ganaba enteros.

Durante un tiempo y con ese objetivo me sentaba puntualmente lunes tras lunes delante de la pantalla del televisor para tomar buena nota de “El día después”. El mítico programa de Canal + presentado por Michael Robinson y el partenaire de turno. En otra vida había llegado a pasearme día tras día con toda la bibliografía de Erich Fromm bajo el brazo. Y es que a veces se nos olvida que somos lo que somos, no lo que creemos que los demás quieren que seamos.

Aprendí entonces, y aún hoy sé reconocerlos, lo que era un fuera de juego, un corner, una vaselina, un penalti de Panenka, una chilena, la folha seca… Conocimientos que como podrán imaginar no me fueron especialmente útiles aunque de cuando en cuando efectivamente cumplieran su objetivo y algún incauto se creyera que se encontraba ante una chica lista.

Mi bautismo fue en un momento impreciso entre los 18 y 19. Guardiola era el chico de moda y las fotografías que ilustraron un reportaje de la revista Woman empapelaban todas las paredes de la residencia femenina para estudiantes donde por entonces vivía; excepto las de la habitación de S., de las que colgaban toda suerte de banderas, bufandas, posters, fotografías y hasta calcetines del equipo de sus amores, el Real Madrid. Y como no podía ser de otra manera el sueño de su vida era ver a su Real en vivo y en directo. Oportunidad que no le llegó hasta la temporada ¿92/93, 93/94? (si fuera una auténtica futbolera recordaría este dato) en el antiguo Carlos Tartiere frente a un Real Oviedo aún en primera división.

Recuerdo poco o nada de ese partido. Tan sólo que frente a todo pronóstico ganó el Oviedo, y lo recuerdo especialmente por el disgusto que se llevó S. La recuerdo a ella vestida de pies a cabeza (ropa interior incluida) con el uniforme del Real Madrid y como en nuestro paseo hasta la estación de tren para tomar el cercanías que nos llevara de Gijón a Oviedo era vitoreada por los gijoneses. Recuerdo que no era capaz de convencer a nadie para que la acompañara al partido, empecinada en aludir a méritos y razones deportivas. Yo lo hice por solidaridad. Las demás ante el convencimiento de que un estadio de fútbol lleno de exaltados jóvenes madrileños podía ser el paraíso.



[...]






miércoles, noviembre 16, 2011

De aquí a la eternidad





[No me gustan los memes, ni nada que se le parezca, pero esto me parece divertido. Contestar con títulos de canciones].

1. ¿Eres hombre o mujer?: Just like a woman (B. Dylan)


2. Descríbete: Brown eyed girl (Van Morrison)


3. ¿Que dicen las personas de ti?: Maneras de vivir (Leño)


4. ¿Cómo describirías tu anterior relación sentimental?: You can sleep while I drive (Melissa Etheridge)

5. Describe tu actual relación: Dance me to the end of love (Leonard Cohen)

6. ¿Dónde quisieras estar ahora?: En un mundo raro (José Alfredo Jiménez)


7. ¿Cómo eres respecto al amor?: Tougher than the rest (B. Springsteen)


8. ¿Cómo es tu vida? Dulce introducción al caos (Extremoduro)


9. Que es lo que más necesitas: Les bonbons (J. Brel)


10. A qué le tienes temor: Tristeza nao tem fin, felicidade sim (A. C. Jobim)


11. Una frase sabia: Tomorrow never knows (B. Springsteen)







P.D. Joan Bennett


[Y aunque lo hice hace cierto tiempo, repito. No sé si es vértigo lo que siento al ver que aunque nada haya cambiado, todo sea diferente].

Huida y transformación



Dicen que'l viaxe ye un baille
qu'e abre les mentes
y riega'l corazón con vinu.

Dicen que'l viaxe
pon nos güeyos el blandu tastu
que siempre da la mar
los calores de la tierra
de la xente'l posu qu'ún alcuentra.

Dicen que'l viaxe ye un gayoleru baille
pa los sentíos...

Eso dicen.


Miguel Rojo



Recuerdo cuando me presentó a aquella, su última novia. Una polaca de nombre Angelika (o algo parecido), de piernas y melena rubia interminable e impecable; casi tanto como su acento.

Puedes llamarme Angie, me dijo mientras tendía su mano de perfecta manicura francesa y yo pensaba que era exactamente igual a las anteriores. Tal vez unos cm. más alta que Roxana, también polaca; o tal vez más rubia que Natalia, que si la memoria no me falla era rusa. Tan diferente, en cambio, de Carmen, la única morena de su interminable listado de conquistas; la única que yo encontré aceptable. Era búlgara, pese a lo que su nombre pudiese indicar. Se llamaba igual que su abuela o bisabuela, no recuerdo; comunista española exiliada durante o tras nuestra guerra en Sofia. La culpable de que yo sienta, aún sin conocerlo, una gran pasión por ese pequeño y olvidado país.

Recuerdo una noche, cuando a mí aún me gustaban las noches. Las últimas en abandonar la fiesta. Tal vez por no tener a donde ir, tal vez por no tener a nadie a quien esperar. La nieve cubre las calles adoquinadas y Angie mira con desesperación sus tacones de aguja a causa de mi propuesta de regresar caminando a casa. N. que me conoce mejor que yo misma y ha entendido a la perfección mi deseo de pasear la envía en un taxi y me acompaña en dirección al Pegnitz. Ambas conocemos perfectamente el camino que debemos seguir, el desvío hacia la helada orilla del río hasta llegar a la plaza sumida entre la niebla y las sombras, apenas iluminada por las farolas. Calle arriba se vislumbra el balcón del primer piso, las persianas bajadas y el más absoluto de los silencios.

Ahora está en Georgetown, da clases o algo así, murmura. Yo no contesto, sólo pienso en aquel verano en el que estuve en Washington. Me dediqué durante dos días a fotografiar las calles, casas, aceras y plazas de Georgetown. 

Era un tipo que merecía la pena... Y eso, viniendo de quien viene, es más que un halago. Para ella todos los hombres son iguales, son lo mismo, escoria sin posibilidad de redención...

De haberlo sabido... Ahora soy yo la que murmuro. Hombres así, que forman parte de mi pasado, son los que me gustaría que formasen parte de mi futuro.

Le hubiera gustado saber, le hubiera gustado conocer lo que entonces aún era futuro.







P.D. Jill Haworth y Sal Mineo en "Exodus".






[Para N., que tampoco leerá esto 
y a quien siempre llevo en el corazón]

martes, noviembre 15, 2011

Causa y efecto



"-¡Oh, cariño! Eres simple, eres superficial y eres una puta. Por eso somos almas gemelas."

 Karen Walker (Will & Grace)





De un tiempo a esta parte lo escucho sin cesar en conversaciones ajenas. De un tiempo a esta parte han sido ya varios los blogs en los que se habla del tema… el eterno dilema; ellos de Marte, nosotras de Venus. Lo que unas dicen y los otros piensan. Que todos son iguales o al menos todos los que me interesan son iguales. Por qué no me quiere quién yo quiero y el que me quiere me hace daño. El perpetuo miedo al compromiso, los pasos encaminados, las reglas que no deben romperse.

No soy yo un ejemplo a seguir, pero si de algo estoy segura y fíjense que en mi vida hay muy pocas certezas, es que la cobardía es la madre de todas las huidas.

Recuerdo un capítulo de Sex and the city, de la última o penúltima temporada cuando Carrie se echa por novio a un aspirante a escritor fracasado llamado Jack Berger. Las seguidoras de la serie seguro que recuerdan al tipo del coletero, el mismo que se paseaba con cara de infinito cabreo luciendo chupa de cuero. Algo por otro lado perfectamente comprensible en alguien que tuviera que aguantar las histerias y neuras de Carrie Bradshaw.

Carrie invita a Samantha, Charlotte y Miranda a cenar para presentarles a ese aspirante a escritor fracasado con cara de infinito cabreo llamado Jack Berger (o algo parecido), y como no podía ser de otra manera la conversación acaba derivando en las relaciones hombre-mujer. Y Berger, en la escena más lúcida de todos los tropecientos capítulos que conforman esta serie, les dice a unas estupefactas mujeres con cara de no creer lo que están escuchando, que las SEÑALES no existen.

No existen más allá de su propia imaginación, apostillaría yo.

Si un tipo no te llama es porque no le interesas, no porque esté sucumbiendo a esa regla no escrita de que no se puede llamar antes de dos días tras la primera cita. Si un tipo no quiere acostarse contigo no es porque lo esté posponiendo hasta la tercera. Si un tipo no contesta a tus llamadas no es porque haya que dejar espacio y tiempo. Si un tipo te dice que tiene miedo al compromiso es porque efectivamente tiene miedo al compromiso, pero al compromiso contigo. Si un tipo te dice "esto está yendo demasiado rápido", no está diciendo "estamos yendo demasiado rápido", sino "tú estás yendo demasiado rápido".

No existen designios, señales o máscaras más allá de las que impone la cobardía. La nuestra para no ver una realidad que no queremos ver y la ajena, que impide mostrar lo que realmente se piensa.

El miedo a quedarse solo. A estar solo. Las ganas de perder el tiempo. El ego que necesita cinco comidas al día. El por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo. El te quiero cariño, ya te cambiaré. Construir certezas desde un quizás travistiendo de eternidad el yo pasaba por aquí. Ver señales donde sólo hay humo. Preguntarse por qué ha desaparecido, por qué se ha ido... porque nunca estuvo, niña; porque nunca llegó.




P.D. Acá debería sonar "A case of you" de Joni Mitchell. Por extrañas e inexplicables razones siempre asocio esa canción con ese tipo de historias. Y también es cierto que me la recordé hace unos días hablándole de ella, de Joni Mitchell, a alguien que no la conocía.




[Para S., que nunca leerá esto y que hoy me llegó al corazón]

Y como dice Delmore Schwartz en una canción de Lou Reed, en nuestros sueños comienzan nuestras responsabilidades (*)



Una tiene un sueño, chiquito, de esos que te asaltan en plena madrugada de desvelos o cuando suena la voz rota de Bruce o te asomas al otro lado, al vacío; cuando te ahogas entre palabras ajenas. Es pequeño, pasa casi inadvertido entre las grandes esperanzas de mi vida, entre otros sueños probablemente más cabales, más lógicos y razonables. Abandonar esta ciudad e irme a Berlín, buscar otro trabajo o tener el pelo liso y encontrarme en el boardwalk de Asbury Park con Bruce y acabar casándonos en Las Vegas con Elvis de testigo, porque por si no lo saben, señores, Elvis está vivo. Pero es tenaz, y recurrente, y aparece por sorpresa, con la guardia baja, cuando menos te lo esperas y como todo buen sueño, me hace soñar y volar lejos.

Y un buen día te tropiezas con un extraño, que tendrá miles de sueños, algunos cabales, y razonables y hasta con su lógica, pero que también tiene un sueño ahí escondido, de ésos poco importantes, un personaje secundario. Y el extraño te cuenta y tú le cuentas, y descubres que ese sueño chiquito, agazapado, casi olvidado; es compartido. Y por momentos se te olvida que estás despierta, que los sueños, sueños son; que la vida real no se alimenta de ellos, sino de certezas. Pero qué más da, te dices; es mi sueño chiquito y parece estar a un paso de hacerse realidad, si quiero, si me lo propongo, aunque yo no sea una mujer de recursos o precisamente por eso.


Pero de pronto recuerdas, que sólo es un sueño, que los sueños nunca se hacen realidad. Que tu vida no es una película en blanco y negro y no eres Deborah Kerr citándote en lo alto del Empire State. Y que estás despierta, que tienes que estar despierta, aunque no quieras renunciar a tus sueños, que son los que te impulsan a cada paso, los que te hacen sonreír... los que  te hacen soñar, porque, qué es una vida sin sueños... una vida vacía.


Pero es tu vida, es la mía...




P.D. Deborah Kerr y Cary Grant






(*)Se lo he pedido prestado a Benjamín Prado

lunes, noviembre 14, 2011

De miedo y arrepentimientos






El mundo está lleno de estúpidos. De estúpidos que no se arrepienten nunca… de nada. De esos que siempre dicen:

-“Yo sólo me arrepiento de que dejo de hacer, no de lo que hago”.

Pues no, señores, yo me arrepiento, y lo hago a menudo sin importarme un carajo si el arrepentimiento está de moda o es políticamente correcto.

Me arrepiento cuando dudo si doy dos pasos atrás por uno adelante. Me arrepiento de las veces en que dije sí cuando quería decir no. Me arrepiento de las soluciones erradas, de los caminos que me llevaron a perderme en círculos, de los espejos donde sólo se refleja lo que yo quiero ver. Me arrepiento de mis miedos… miedo a los cambios, a no dar la talla, a los peldaños de su escalera, al dolor, al hombre que se refugia tras esas manos, a las verdades, a la soledad, a ser yo misma, a las pa
siones, a las piedras con las que tropiezo, a los fantasmas, a las puertas cerradas, a la rutina. 



P.D. Joan Woodward en "The three faces of Eve".



Se busca piso



[Ya saben... 
3 habitaciones, 2 baños, garaje, trastero, terraza, 
luminoso, orientación sur...]





En el alero del tejado, palomas.
En el alfeizar de la ventana, gaviotas.
En la puerta, carcoma.
En las baldosas, entre las rendijas, musgo.
Por las esquinas, arañas.
Por el pasillo, hormigas.
Por el patio de luces, gorriones.
A la luz del fluorescente, mosquitos y polillas.

Tu casa está llena de vida.

¿Por qué piensas entonces que eres pobre?

¿Por qué insistes en mudarte a una casa mejor?

de David González (
Algo que declarar).





P.D. Jane Russell

viernes, noviembre 11, 2011

Ya Bruce me lo había advertido... you're all dressed up in blue.




Nunca me imaginé a mi misma aficionándome al fútbol. Siguiendo la clasificación domingo tras domingo. Haciendo cálculos, sumando y restando puntos. 

Y lo curioso es que sí, que me gusta y me divierte. Que no es por complacer, ceder o acompañar... Tal vez sea mi tendencia y querencia hacia las causas perdidas. Que digo yo que si a mis años descubro una filiación futbolera al menos que sea hacia un equipo decadente, venido a menos y eso sí, con solera. Sin olvidar, obvio, que sus colores me sienten bien.

Claro que tampoco me imaginé a Paquirrín convirtiéndose en padre de famila...

Ni a Terelu en la portada del Interviú... 

Pa'habernos matao'.







P.D. Nancy Kovack, Donna Douglas y Sua Ann Langdon

La vida sin usar




Hasta hace no demasiado tiempo, aunque ahora éste parezca tan lejano que incluso a veces dudo de su existencia, cuando aún amanecía en las barras de los bares y las esquinas se quedaban desiertas, jugábamos a ser otras e imaginar nuevas vidas. Fantaseábamos, que no soñábamos, y es que no, no es lo mismo; porque deseos más o menos irreales tenemos todos y hasta llegamos a rozar con los dedos algún que otro sueño chiquito o nos dormimos pensando en lo bueno que sería que se hicieran realidad... que sonase ese teléfono que hace tiempo dejó de soñar, que el que fuera el amor de tu vida lo recordara o que no se dibujasen más horizontes y fronteras, que cada uno ya tenga los suyos...


Y no, tampoco valía eso de si nos tocase la lotería qué haríamos, entre otras cosas porque por ejemplo yo no juego, ni siquiera en Navidad. Pero abríamos el Hola, que puntualmente compraba todos los miércoles la madre de Sal, y hojeándolo, que nunca leyéndolo (como si nos importasen las declaraciones exclusivas de la señá Duquesa y su funcionario o las de la Genoboba de turno), en esas primeras páginas donde el aristócrata correspondiente, imagino que venido a menos y por consiguiente previo pago, mostraba su mansión de la nieve en Saint Moritz, su residencia de invierno en Martinica, su casa a orillas del Garda, en Kenia o en la costa de Amalfi; fantaseábamos con la idea de que eran nuestras y con el tipo de vida que elegiríamos.


Hay quién decía ser una Carrie Bradshaw, armario incluido, un Mr. Big a medida y su apartamento en el 66 de Perry St. Una escritora de frívolo éxito en un New York que nunca duerme. Otra, en cambio, prefería ser Samantha por motivos obvios, o ser una fotógrafa de moda free-lance con apartamento en la calle du Four y un amante no menos de 30 años mayor, con acento francés, obvio.


Yo, como imaginarán, nunca tuve problemas para inventarme otras vidas. Pirata en los mares del sur o concubina de un corsario. Corresponsal de guerra en la guerra de los Siete días o entre los cedros del Líbano. Expatriada rusa en el París de los años 20 o rica heredera norteamericana en el Sorrento de los 50. Scarlett O'Hara en los brazos de Rhet Buttler o si me apuran hasta la sosainas de Melanie Hamilton. Judía amante de un general nazi en el ghetto de Cracovia o hija de emigrantes de Galitzia en el Nueva York de principios de siglo y fundadora de los grandes almacenes Menken, Eleanor Parker en "Cuando ruge la marabunta" o Ava Gardner en "Mogambo", Ninotchka o Mrs. Muir, Rebeca o Mrs. Winter. Dueña de una plantación en la Indochina colonial o activista en la Sudáfrica del apartheid, antagonista en telenovelas venezolanas o estrella de rock con portada en la "Rolling Stone". Top-model en los años dorados, de las que no se levantaban de la cama por menos de 10.000 dólares diarios o descubridora de la penicilina. Amante circunstancial de Don Draper o de Sherlock Holmes en "El perro de los Baskerville", la Luisa de las novelas del joven Marías o protagonista de una novela de Antonio Gala. Sissi Emperatriz de Austria y Reina de Hungría o Erzsébet Báthory, la condesa sangrienta; buscadora de oro en California o pionera en Alaska... y de este modo un largo etc, desde premio Nobel de la Paz a Illsa Lazlo, Tamara de Lempicka, Cersei Lannister, trasunto de Barbra Cartland, Anna Karenina, personaje en "El gran Gastby", la mujer del cuadro, sobrina de Joseph Cotten, Ellen Ripley, superheroína de cómic o señorita de compañía novelada por Jane Austen...


De este modo cuando hace unos días me llama alguien muy entrada la madrugada, para leerme en voz alta una lista puesto que cree firmamente en el poder sanador de éstas y les tiene tanta fe como yo a mi santo Malverde... no puedo evitar recordar cuando jugábamos a otras vidas y descartando que jamás seríamos el objeto de deseo de Marlon Brando, bailarinas del Bolshoi tras el telón de acero, Leonor de Aquitania o Margo Channing; que ya nunca nos amotinaríamos en el Bounty o descubriríamos las Galápagos o bailaríamos como Silvana Mangano, que ya nunca Jacques Brel cantaría para nosotras, ni Mikjail Baryshnikov crecería unos centímetros; volvíamos a nuestras irrealidades preferidas y a nuestros sueños chiquitos, ésos que nos decían que vistiéndonos de azul o esbozando una sonrisa o tendiendo una mano, cambiarían nuestras vidas.


Porque hace mucho que no fantaseo cerrando los ojos viviendo vidas paras las que no nací ni jamás estuve predestinada, y en cambio vivo sin vivir en mí soñando con que soy yo, siendo otra, aunque sea la misma y ya ni siquiera me pongo centímetros, ni me cambio el nombre o el lugar de residencia. Sí podría ser un poco más rubia o tal vez pelirroja, sí, esto último mejor, y quitar un poco de aquí y poner allá y una buen chute de autoestima y de seguridad en mí misma, y librarme de parte de mis miedos y haber leído ese par de libros que se me resisten y esa película de Bergman que nunca consigo terminar, y tener talento y un blog en el que escribiera deliciosos relatos cortos de pura ficción, y una casa dos habitaciones de más con estanterías de suelo a techo llenas de libros y discos, y posters en las paredes, llena de instrumentos, incluido un cello, porque sin llegar a ser una virtuosa yo sabría tocar el cello, y un piano de pared, y un nuevo ordenador...


Pero a mí ya no me urge hacer esa lista... sé que la cara B se va a quedar vacía.














P.D. Hope Lange y Natalie Wood

jueves, noviembre 10, 2011

In love...

Entre otras cosas de esta canción...


Una vida qu'ente nel cielu de les tos manos vacíes


[Hubo un tiempo, casi toda la vida de este blog, en el que yo establecía una suerte de diálogo aquí. Yo escribía y alguien, quien quiera que fuese, leía. A veces se daría por aludido, otras no. En ocasiones la presunción le podría, otras, la desazón.

Ahora que no hay un alguien que me lea, retomo la costumbre... quién sabe, tal vez algún día le haga llegar todo esto. De momento está bien así, ¿no?. Yo escribo, ustedes leen y alguien se queda].






Se dice, se comenta, se rumorea... sostienen al más puro estilo Pereira los hombres, que nosotras, las mujeres; y sí, soy mujer, pese a lo que pueda parecer y que a veces recuerde a un androide que sobrevivió a Rick Deckard; nos acusan de no saber lo que queremos y de que cuando llegamos a saberlo o a tenerlo, cambiamos de prioridades. Nosotras en cambio os acusamos a vosotros de ser simples, que no simplistas; de ser todosloshombressoniguales y de estar en celo permanente. De ser unos de Venus y otros de Marte, y eso parece ser, es algo que nos hace casi incompatibles. Aunque supongo que el casi está el matiz o la diferencia.

Yo siempre he sabido lo que quería. Siempre quise parecerme a Veronica Lake, una vez descartado que jamás sería la reencarnación de Audrey Herpburn y dejé de soñar con ser una princesa por las calles de Roma (acertó Sabina, las niñas ahora sueñan con calzarse unos Jimmy Choo). Quería cantar como Emmylou y que las letras de mis canciones las escribiera Leonard Cohen, y pasearme por un escenario al lado de Mr. Cash y que Bruce me invitara a subirme a su coche. Quise mentir tan bien como Joan Crawford y llevar a la perdición a tipos como Joseph Cotten. Quería bajar las escaleras como lo hacía Bette Davis, y emborracharme como la Garbo y tener las piernas de Cyd Charisse y envejecer tan mal como Lucinda. Quise tener todo lo que no estaba a mi alcance y quería volar lejos y vestirme de azul y que me besaran como Cary Grant besó a Ingrid Bergmann... como yo te besaría a ti.

Como tú me besas a mí...









P.D. Anne Sheridan y Jack Dempsey

Una música inacabada




Me encuentro con "Una música constante". Un libro que en su momento me prestaron con promesa de devolución incluida y que dos años después sigue en una de las tres cajas con libros y papeles que han permanecido inamovibles tras aquella lejana mudanza.

Recuerdo haber asegurado que me había encantado, aunque no fuera cierto o no del todo. La persona que me lo dejó lo tenía como referencia y libro de cabecera. No supe o no quise decepcionarle. 

Lo encontré opresivo. Casi deprimente. Es extraño como la música y la literatura ejercen efectos diferentes en mí. No conozco mejor método para combatir la melancolía vital que la música, a ser posible triste y desgarradora, bien sea Chavela Vargas o Billie Hollieday. En cambio no puedo leer un libro sobre histerias y tristezas ajenas cuando yo me siento así. 

Me recuerdo en el tren de ida o de vuelta, leyendo, con un nudo en la garganta y los ojos empañados de lágrimas. Una historia de amor inacabada como tantas... Una ciudad en la retaguardia, Viena.

No fue en Viena, podría haberlo sido. Hay demasiadas ciudades que se parecen unas a otras. 

No fue en invierno, me hubiera gustado. Me gustaba aquella ciudad sumida en la penumbra invernal; las huellas sobre la nieve que ésta siempre se encarga de borrar, la humedad que cala hasta los huesos y los tranvías como refugio. El frío va bien con la decadencia, las fachadas de las mansiones recicladas para un futuro no mejor entre jardines abandonados a su suerte y los tilos bordeando el río lucen mal ante la luz del estío. La oscuridad desdibuja las formas, opaca los defectos... tal vez por eso me gustaba.






P.D. The third man

Pa'puras vergüenzas




Decía, cantaba, el cansautor Ismael Serrano hace cierto tiempo “... como todas las historias de amor, al menos las más bellas, la nuestra por supuesto también acabó en tragedia”. Y es que es tópico extendido y aceptado que las grandes historias de amor deben de ser trágicas. Aunque a mí sinceramente me parezca una bobería. Siempre he considerado que eso del amor era algo hermoso, probablemente la boba por tanto sea yo, pensarán ustedes. Aunque más temprano que tarde llegaran las rebajas y acabáramos en saldos de compra-venta (depende de la opción que cada cual eligiera o le tocara); que está muy bien eso del cariño, cantaba el otro. En todo caso de vez en cuando y sin plantearme ni de lejos eso de matar o morir por amor si me gustaría vivir una pasional, que no trágica, historia de amor. Ese ni contigo ni sin ti al estilo  Richard Burton vs. Elisabeth Taylor, y no como la boba de Julieta que acabó suicidándose por Romeo. Al menos Liz, la de los ojos violeta,  se volvió a casar otras siete veces (¿o fueron seis?).

Creo que a todos nos debería corresponder al menos vivir una a lo largo de nuestra vida, como aquellos cinco (¿o eran quince?) minutos de fama. Seguramente, o no, aprenderíamos lo suficiente como para no repetir los míseros errores que arrastramos una y otra vez. La mía incluso tendría banda sonora, la discografía completa de esa inconmensurable dama llamada Paquita la del Barrio, a ella pues, en cuestiones de despechos no le gana nadie.

Recién sonaba “Tres veces te engañé”, mítica canción entre muchas de las suyas, y a mí que siempre he cerrado puertas y heridas en la más absoluta de las discreciones me entran tremendas ganas, tras unas Pacífico de más, de tener a un tipo delante y cantarle con auténtico sentimiento todas esas lindezas. Pero no tengo a nadie, por no tener no tengo ni oído, ni voz, ni sentimiento... y aunque busque y rebusque en mi pasado no lo encuentro, nadie se ganó mi odio, ni mi rencor eterno; nadie se ha hecho merecedor de ser tildado como una rata de dos patas, y qué lástima, que el mío haya sido el único corazón de hotel.





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