miércoles, noviembre 16, 2011

Huida y transformación



Dicen que'l viaxe ye un baille
qu'e abre les mentes
y riega'l corazón con vinu.

Dicen que'l viaxe
pon nos güeyos el blandu tastu
que siempre da la mar
los calores de la tierra
de la xente'l posu qu'ún alcuentra.

Dicen que'l viaxe ye un gayoleru baille
pa los sentíos...

Eso dicen.


Miguel Rojo



Recuerdo cuando me presentó a aquella, su última novia. Una polaca de nombre Angelika (o algo parecido), de piernas y melena rubia interminable e impecable; casi tanto como su acento.

Puedes llamarme Angie, me dijo mientras tendía su mano de perfecta manicura francesa y yo pensaba que era exactamente igual a las anteriores. Tal vez unos cm. más alta que Roxana, también polaca; o tal vez más rubia que Natalia, que si la memoria no me falla era rusa. Tan diferente, en cambio, de Carmen, la única morena de su interminable listado de conquistas; la única que yo encontré aceptable. Era búlgara, pese a lo que su nombre pudiese indicar. Se llamaba igual que su abuela o bisabuela, no recuerdo; comunista española exiliada durante o tras nuestra guerra en Sofia. La culpable de que yo sienta, aún sin conocerlo, una gran pasión por ese pequeño y olvidado país.

Recuerdo una noche, cuando a mí aún me gustaban las noches. Las últimas en abandonar la fiesta. Tal vez por no tener a donde ir, tal vez por no tener a nadie a quien esperar. La nieve cubre las calles adoquinadas y Angie mira con desesperación sus tacones de aguja a causa de mi propuesta de regresar caminando a casa. N. que me conoce mejor que yo misma y ha entendido a la perfección mi deseo de pasear la envía en un taxi y me acompaña en dirección al Pegnitz. Ambas conocemos perfectamente el camino que debemos seguir, el desvío hacia la helada orilla del río hasta llegar a la plaza sumida entre la niebla y las sombras, apenas iluminada por las farolas. Calle arriba se vislumbra el balcón del primer piso, las persianas bajadas y el más absoluto de los silencios.

Ahora está en Georgetown, da clases o algo así, murmura. Yo no contesto, sólo pienso en aquel verano en el que estuve en Washington. Me dediqué durante dos días a fotografiar las calles, casas, aceras y plazas de Georgetown. 

Era un tipo que merecía la pena... Y eso, viniendo de quien viene, es más que un halago. Para ella todos los hombres son iguales, son lo mismo, escoria sin posibilidad de redención...

De haberlo sabido... Ahora soy yo la que murmuro. Hombres así, que forman parte de mi pasado, son los que me gustaría que formasen parte de mi futuro.

Le hubiera gustado saber, le hubiera gustado conocer lo que entonces aún era futuro.







P.D. Jill Haworth y Sal Mineo en "Exodus".






[Para N., que tampoco leerá esto 
y a quien siempre llevo en el corazón]

2 perdidos en el laberinto:

Blackrose dijo...

:) Suerte tienes de que tu presente (antes futuro) ya contase con el beneplácito de alguien que significa tanto para ti.

:)

flower dijo...

Hay personas que dejan una profunda huella en nuestra vida. Lo malo es que no se quedan en eso, sino que a veces las buscamos en otras vidas, en otros seres, y eso es un gran error.

Por le conrario, otras se nos resbalan hasta confundirse con el polvo del camino, que solo trató de ensuciarnos los zapatos.

Unas bellas vivencias.

Beso.

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