jueves, noviembre 10, 2011

Una música inacabada




Me encuentro con "Una música constante". Un libro que en su momento me prestaron con promesa de devolución incluida y que dos años después sigue en una de las tres cajas con libros y papeles que han permanecido inamovibles tras aquella lejana mudanza.

Recuerdo haber asegurado que me había encantado, aunque no fuera cierto o no del todo. La persona que me lo dejó lo tenía como referencia y libro de cabecera. No supe o no quise decepcionarle. 

Lo encontré opresivo. Casi deprimente. Es extraño como la música y la literatura ejercen efectos diferentes en mí. No conozco mejor método para combatir la melancolía vital que la música, a ser posible triste y desgarradora, bien sea Chavela Vargas o Billie Hollieday. En cambio no puedo leer un libro sobre histerias y tristezas ajenas cuando yo me siento así. 

Me recuerdo en el tren de ida o de vuelta, leyendo, con un nudo en la garganta y los ojos empañados de lágrimas. Una historia de amor inacabada como tantas... Una ciudad en la retaguardia, Viena.

No fue en Viena, podría haberlo sido. Hay demasiadas ciudades que se parecen unas a otras. 

No fue en invierno, me hubiera gustado. Me gustaba aquella ciudad sumida en la penumbra invernal; las huellas sobre la nieve que ésta siempre se encarga de borrar, la humedad que cala hasta los huesos y los tranvías como refugio. El frío va bien con la decadencia, las fachadas de las mansiones recicladas para un futuro no mejor entre jardines abandonados a su suerte y los tilos bordeando el río lucen mal ante la luz del estío. La oscuridad desdibuja las formas, opaca los defectos... tal vez por eso me gustaba.






P.D. The third man

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