martes, junio 07, 2011

Escuendiéndome de los suaños escuros



Nunca he sido de tener un número favorito. No creo en la suerte, ni en supersticiones varias. En realidad no tengo nada favorito, ni un color, ni un lugar, ni siquiera una bebida aunque yo sólo le de al gin-tonic, y aunque sí tenga una tónica favorita, no una ginebra. No tengo una comida favorita, aunque me gusten el arroz y los tacos cochinita por encima de todo. Me decanto hacia la izquierda pese a ser diestra y me gustan las gabardinas y las chaquetas de cuero... Pero siempre me ha gustado el número trece, tal vez por decir algunos que trae mala suerte y yo ir a contracorriente, tal vez porque nací un viernes trece, de junio, por cierto; mi cumpleaños a la vuelta de la semana. Y es que de pronto me gusta el 17 combinado con el seis... casi tanto como la Fever Tree con Citadelle y unos tacos de camarón con agua de jamaica.

(May)Be


Siempre supe que no estaba enamorado de mí. Tal vez lo estuviera de otra, alguna mujer inalcanzable que ignorara su presencia o alguna ex copretérita a la que echaba de menos en las tardes de luningo. No sé, tal vez, tan sólo lo supongo, sin certezas ni evidencias, que al fin y al cabo tampoco yo estaba enamorada de él. Nunca le pregunté, nunca me preguntó, coexistíamos simplemente el uno al lado del otro en ratos, noches y madrugadas. Conciertos, cenas y mediodías.

Sé que me quiso, probablemente mucho. O al menos eso decía con relativa frecuencia, incluso cuando estábamos follando él de repente me decía, "te quiero, te quiero mucho"... pese a mis reproches, no se le dice a una mujer que la quieres en esas circunstancias, nunca se lo va a creer. Tampoco antes, obviamente. Pero él me contradecía y decía que simplemente le parecía de una ternura infinita. Yo asentía y como tantas veces callaba. Al fin y al cabo yo también le quería. Aunque aquella primera vez, a pesar de su miedo a que yo saliera huyendo, como si tuviera algún lugar a donde ir más lejos de su abrazo y su mirada infinita, yo me quedara una vez más callada, sin respuesta.

Me hubiera gustado, ahora lo confieso, que hubiera caído en los sentimientos y comportamientos más abyectos. Que sintiera celos de que los hombres me miraran o de que algún intrépido ignorando su presencia a mi lado en "La piel del tripulante" se acercara a mí, que le molestase que sus amigos (algunos) opinaran que tenía un buen polvo y que más allá de códigos masculinos no hubiesen dudado en llevarme a la cama, que tal vez se hubiera pegado por mí en plena calle, que me llamase desesperado de deseo a las tres de la madrugada... no sé, quién sabe si malinterpretaba el amor y creía que sin semejantes muestras éste no era completo.

Y no, no es lo mismo querer que estar enamorado, porque a veces se puede querer como quieres a tu perro Óskar, ese amigo leal que siempre a tu lado sin reproches permanece. Pero qué se yo de amor, y de celos y de ternura... si nunca... bueno, sólo una vez creí querer, y ni siquiera entonces lo supe de cierto.



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