viernes, octubre 21, 2011

Nadie dijo que fuera fácil...

... y exactamente eso es lo que hubiese agradecido. Que alguien me lo hubiese dicho.


Pero ni modo...

He dicho

Supongo que así es el juego. Tú me visitas y yo te devuelvo la visita. Tú me comentas y yo te devuelvo el comentario. Son normas de cortesía blogueras o algo así. Si no las cumples, no es que caigas en desgracía, pero sí en mala cibereducación.

Hay personas que exigen que se les comente siempre, y entiéndase el verbo exigir no ya como obligación sino como cortesía. Hay quien piensa que pasar de puntillas sin dejar un hola está de más. Y qué vamos a hacerle si yo soy de las que visito los blogs que me apetece visitar y comento en las entradas en las que me apetece comentar. Aunque cierto es que tanto unos como otras, lamentablemente, van disminuyendo en número.

Y todo esto viene a cuento de nada, para no variar. Y no seré yo quien le diga a la gente como tiene que gestionar su espacio virtual, si exigir o no comentarios, si devolver o no las visitas, si tildar de descorteses a los que no cumplimos, si moderar las entradas o no permitir comentarios anónimos (algo que nunca he entendido del todo, como si llamarse Srta. Pepis fuese menos anónimo que llamarse Anónimo)... pero es que a veces tengo que morderme la lengua, y si no comento, y si no escribo, y si no digo es porque lo que me gustaría decir no va a gustar al destinatario destinataria y pocas cosas he aprendido en esta vida tan bien como saber que a nadie o casi nadie le gusta oír lo que no quiere escuchar. Y qué quieren que les diga, a mí esos blogs de autocomplacencia y buenas palabras, elogios y halagos sin cabida para la crítica me aburren soberanamente, y si lo que yo tengo que decir ni siquiera va a ser publicado porque no tiene cabida en el listado de buenas palabras (yo jamás moderaría los comentarios), mejor quedarse callado.

Aunque también sea cierto que la mayoría de las veces no tenga nada que decir y que cada cual haga de su capa un sayo.

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