lunes, septiembre 28, 2015

You're gonna miss me when I´m gone




Dicen algunos, la realidad lo confirma a diario, que lo que no se muestra, lo que no se cuenta, no existe. Nunca ha sido tan cierto como en tiempos como estos en los que nos acostamos con el teléfono móvil sobre la mesita de noche a un lado para combatir las noches de insomnio; con la tablet al otro lado para nada más despertarnos ponernos al día en las redes sociales y ver si él se ha levantado ya, las tortitas de avena del desayuno de ella, el outfit of the day de la vecina, la puesta de sol del último día de las vacaciones del cuñado o la primera sonrisa de la mañana del tercer retoño de aquel primer novio del instituto que te dejó por otra que ni siquiera era más alta o más guapa que tú y al que sigues de incógnito en Facebook con la oscura satisfacción de comprobar que nunca llegó a casarse con ella, sino con otra, que tampoco es más guapa ni más alta, pero sí más joven; que la edad ya no perdona.

Si ya lo dijo aquel torero, de qué me sirve un breve idilio con el animal más bello del mundo si el común de los mortales no se entera. Sin saberlo Luis Miguel Dominguín fue un adelantado a su tiempo con aquel "a contarlo".

Qué le vamos a hacer si yo no fotografío cada paso que doy, los libros que se acumulan a un lado de mi cama, los zapatos de mi armario o las melodías de mi alma. Si tengo prohibidos los teléfonos sobre la mesa acompañando al sushi y las cervezas u olvido el cargador si me voy tres semanas a la playa y no lo echo en falta porque aunque de cara a la galería los demás yo no viva porque no cuento, en realidad estoy muy ocupada viviendo. Y por favor, guárdenme el secreto, que como siempre he dicho, las cosas buenas  suceden en otoño, y aunque no venga a contar nada (como si a estas alturas a alguien le importara y/o fuera a leerme) he vuelto.

P.D. 1 Yvonne de Carlo
P.D. 2 Transitando por Desolation Row hacia el Sweet Amarillo de Old Crow Medicine Show


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